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Yo, Claude Monet

Desde muy pronto quedó claro el talento para el dibujo del joven Oscar-Claude Monet. Nacido en París el 14 de noviembre de 1840 en el seno de una familia que regentaba una pequeña tienda, las circunstancias llevaron a que sólo con cinco años se trasladase a El Havre, en donde los negocios familiares comenzaron a enderezarse. En aquella ciudad de la costa de Normandía las caricaturas de aquel muchacho que odiaba la escuela cobraron rápidamente notoriedad. “La escuela siempre ha despertado en mí la sensación de estar en una prisión y nunca he podido resignarme a vivir allí, aunque sólo sea cuatro horas al día”, escribe.

La prematura muerte de su madre en 1857 le hizo acercarse a su tía Marie-Jean Lecadre, pintora y amante del arte, que siempre alentó, en contra del resto de su familia, la vocación del joven. Pero a pesar de sus demostradas dotes, Monet no acababa de tener claro qué quería hacer con su vida: “Dudaba, y aunque las caricaturas me proporcionaban unos francos, no acababa de decidirme”.

Todo cambia cuando en el verano de 1858 conoce al paisajista Eugène Boudin, que le propone pintar al óleo y al aire libre. Eso le animará, un año más tarde, a marchar a París. Tras cumplir el servicio militar a medias en Argelia, pues su tía pagó para que no perdiera allí más tiempo, en 1862 regresa a la capital de Francia e ingresa en el taller de Charles Gleyre, en donde conoce a Sisley, a Renoir y a Bazille, de quien se hace amigo inseparable. También establece fuertes lazos de amistad con Camille Pissarro. Con todos ellos hace salidas frecuentes para pintar en plena naturaleza. “Por entonces ya tenía claro que, a pesar de la firme oposición de mi padre, mi destino era ser pintor”, escribiría años después.

Penurias económicas

En los años que preceden a la Guerra franco-prusiana, Monet, que mantiene una relación apasionada con su modelo Camille Doncieux, que se convertiría en 1870 en su primera esposa, pasa gravísimos apuros económicos. “No tengo ni un céntimo», escribe a Bazille. «Huyendo de los acreedores, nos vemos obligados a cambiar de residencia cada poco tiempo”.

En agosto de 1867 Camille da a luz a Jean, el primer hijo de Monet. En otra carta lamenta que sus cuadros son sistemáticamente rechazados y que su situación económica es tan desesperada que ha tenido que suplicar ayuda para que ella tuviera la mínima atención sanitaria durante el parto.

En 1870 poco antes del estallido de la guerra viaja con Camille a Londres para eludir su alistamiento, de allí irán a Holanda y no regresarán a París hasta noviembre de 1871, ya concluida la contienda.

En medio de la incomprensión hacia su arte y de las durísimas circunstancias económicas que atraviesa, en 1875 en carta desesperada pidiendo ayuda a Edouard Manet escribe: “No tengo nada. Ya no nos fían ni el panadero ni en la carnicería. Me siento en las últimas. No sé qué puedo hacer”.

Sueño y realidad

Pero sigue pintando y su genialidad creciendo. “Yo persigo un sueño, el sueño de lo imposible. Los otros pintores pintan un puente, una casa, una barca. Pintan el puente, la barca, la casa y ya han terminado. Yo quiero pintar la atmósfera en la que se hallan el puente, la casa y la barca. La belleza del ambiente en que se encuentran, y esto no es otra cosa que lo imposible. Sigo intentándolo. Lo lograré”, afirma, demostrando gran fe en sí mismo.

De Argenteuil, donde nacerá su segundo hijo y en donde pintará más de cien cuadros, tendrá también que marcharse en 1878 al no poder pagar la casa. Pero algo empieza a cambiar gracias a las adquisiciones regulares de su nuevo marchante Durand-Ruel. Él y otros pintores tildados despectivamente por un crítico como “impresionistas” empiezan a ser considerados. “Son impresionistas en el sentido de que ellos no representan paisajes, sino su impresión de los paisajes”, afirma el crítico Jules-Antoine Castagnary.

Reconocimiento

En Vétheuil, nuevo destino de la familia Monet, morirá repentinamente Camille, pese a lo que él sigue pintando con una intensidad cromática desconocida hasta entonces. Tras su primera exposición individual en París, por fin llega el reconocimiento, y con él, el dinero. De pronto sus asfixiantes problemas desaparecen. “No tener deudas me permite pintar con menos presión, con más sosiego”.

A partir de 1882 el pintor viaja, en compañía de Renoir, por Italia. A su regreso se instala en abril de 1883 en su definitiva residencia de Giverny, a 80 kilómetros de París, y afianza su relación con Alice, que se convertiría en su segunda compañera.

“El pintor se situaba frente a su motivo pendiente del sol y al acecho de las sombras, captaba un rayo de luz o las nubes al pasar con unas pocas pinceladas. Otras veces atrapaba con las manos un chaparrón que estaba azotando el mar y lo arrojaba contra el lienzo”, comenta al referirse a la obra de Monet el escritor Guy de Maupassant.

Cuando se asienta en Giverny, “en donde he encontrado la paz”, integran la obra del pintor más de 800 cuadros. En los 40 años siguientes su obra nunca dejó de crecer hasta consagrarse como una de las cumbres del arte contemporáneo.

Últimos años

En sus últimos años, la pérdida de visión y el fallecimiento de Alice, en mayo de 1911, y de su hijo Jean, en febrero de 1914, lo sumieron en períodos de menor actividad. Pero siempre se recuperó, y aún casi ciego siguió trabajando en obras tan decisivas como su grandiosa serie de 22 cuadros de nenúfares.

Claude Monet murió el 5 de diciembre de 1926. Como este magnífico documental muestra en primera persona, no solo fue uno de los creadores del impresionismo, sino también un gran amante, un enamorado de la vida, un creador de paisajes y, en la segunda parte de su existencia, un hábil hombre de negocios.

Su historia estuvo marcada por momentos de eufórica creación y otros de profunda depresión, pero su pasión por la pintura lo convirtió en una de esos artistas irrepetibles.

Yo, Claude Monet -dirigida Phil Grabsky, responsable de otros trabajos documentales en torno al universo del arte como Goya: Un espectáculo de carne y hueso, Pintando el jardín moderno: De Monet a Matisse, Los impresionistasRenoir: Admirado y denigrado– muestra en toda su dimensión esa deslumbrante cualidad con el apoyo de más de un centenar de pinturas, filmadas en alta definición, que brindan una visión exclusiva tanto de la vida emocional como creativa de Monet, el genio.