La película empieza fuerte, con una conversación entre Ruth (Inma Cuesta) y su actual novio (Berto Romero) que le sienta como un guante al humorista y que sirve para presentarnos al personaje de ella, una mujer a medio camino entre una expresiva Betty la fea y un personaje de Paul Feig. Cuesta consigue poner alma a la caricatura de una treintañera incapaz de superar una ruptura que, para rematar, se tiene que enfrentar a las tres bodas de sus ex novios.

El suyo es un personaje más complejo que los que son habituales en la comedia romántica, y eso se agradece. Ruth, aunque busca el amor (a ver si un día se le ocurre a alguien buscar otra cosa), no se abandona a los cuentos de hadas y los príncipes azules y lucha tanto contra sí misma como por entender las cosas que pasan a su alrededor. Da gusto ver a un personaje que ahoga sus penas en alcohol aunque a la mañana siguiente no tenga forma de acordarse de qué hizo (recuerda al Pagafantas de Borja Cobeaga), que no es una chica intachable, que tiene momentos bajos y actitudes poco recomendables.

Chistes al límite

El guion de la película, que más busca el chiste contundente y rápido que cualquier otro tipo de humor, desarrolla lo justo un personaje interesantísimo. Inma Cuesta hace todo lo que puede, que es mucho, pero da la impresión de que algunas secuencias podrían haberse aprovechado mejor. Los pasajes menos alocados llegan a ser aburridos y eso es lo peor que le puede pasar a una comedia.

Mención especial merecen los secundarios, que sirven de chaleco salvavidas cuando la cosa se pone especialmente empalagosa. Berto Romero, Paco León haciendo del ex novio vasco surfero o Rossi de Palma en el papel de la madre aficionada a los gigolós apuran bien los pocos minutos que tienen en pantalla. Salpican aquí y allá una historia que se deteriora por momentos cuando se pone romanticona, porque resulta que es mucho más divertido ver cómo sufre Ruth en las bodas que ver cómo sufre porque se está volviendo a enamorar.

La historia tiene altibajos, también en los chistes. Es arriesgado basar buena parte de ellos en la escatología o las erecciones involuntarias, pero es la carta a la que se la juegan en 3 bodas de más. Su humor no es reivindicativo, desafiante o especialmente novedoso, pero muchos de los gags funcionan a la perfección.

Menos amor y más madera

Es la parte romántica la que más lastra el resultado final. Si los personajes más divertidos son los que encarnan Paco León o Berto Romero, resulta que los protagonistas de la vertiente más azucarada, Quim Gutiérrez y Martiño Rivas, se llevan la peor parte.

Rivas encarna a Dani, el becario del laboratorio de Ruth (que no cobra pero comparte un pisazo estupendo, cosas del realismo mágico español del siglo XXI), que ejerce de la voz de la conciencia de la protagonista pero que no tiene ni un solo momento cómico, lo cual es una pena. Al menos, Gutiérrez, que interpreta a un titubeante cirujano estético, se come unas setas alucinógenas y monta alguna escena. La diferencia entre ambos atípicos galanes, al final, la marca un clásico de Europe.

3 bodas de más es a ratos interesante y a ratos lenta, pero si hay que quedarse con algo, que sea con lo positivo: Inma Cuesta se lo pasa estupendamente rodeada de un puñado de secundarios que apuntalan una función a tener en cuenta, tanto en el marco de la comedia española en particular como en el cine nacional en general.

bodas

 

 

3 bodas de más
Director: Javier Ruiz Caldera
Guion: Pablo Alén, Breixo Corral
Intérpretes: Inma Cuesta, Quim Gutiérrez, Martiño Rivas, Paco León, Berto Romero
España / 94 minutos / 2013