Escrito desde el dolor, la nostalgia y la advertencia, en cada una de sus páginas se nos niega la luz, se nos sumerge en atmósferas en las que el color no puede penetrar, desolados paisajes de apocalipsis y ceniza. Tan gráfico el texto pedía pantalla a voz en grito. McCarthy escribe como si pensase en cine y el cine, sensible a tanta imagen imaginada, cae en la red de corporeizarla y hacerla visible a nuestros ojos. La película está servida gracias a la fiel adaptación de John Hillcoat, a una más que inquietante banda sonora y a la extraordinaria fotografía de Javier Aguirresarobe.

Durante dos horas caminamos en un mundo inhabitable acompañando a un hombre y a su hijo por la carretera que cruza un entorno asolado por lo que parece haber sido un holocausto nuclear. La naturaleza es pasado, sólo residuos y desechos. Muertos, los árboles se desploman a su paso.

Viaje hacia no se sabe dónde

En ese viaje hacia no se sabe dónde,-quizás hacia un mar sin vida al que acaban por llegar-, el padre (un inquietante Viggo Mortensen) trata de salvar al pequeño (Kodi Smit-McPhee es toda una revelación) huyendo de un frío desconocido “capaz de romper las rocas” y amenazados por desesperadas bandas de caníbales.

Todo su patrimonio, además de una pistola en cuyo tambor se aloja una sola munición, “por si la necesitases si yo falto y tú no tienes salida”, comenta descarnado y realista el padre, lo arrastran en un carrito de supermercado con el que recorren algunos de los lugares donde el progenitor pasó una infancia recordada en forma de breves flash-back (únicos apuntes de color en toda la cinta) que rememoran el paraíso perdido.

Pese a su solidez y al ajustado reflejo del dramático y deprimente espectáculo que el libro plantea, la película no llega a ser redonda. No es fácil escenificar la situación extrema que el texto plantea y que se dibuja en la imaginación de cada lector con grises y tonos diferentes.

¿Todo está perdido?

Pero dicho queda que son numerosos los aciertos y que el espectador está realmente tocado cuando en la pantalla vemos lo que McCarthy concluye: «Volvió al bosque y se arrodilló al lado de su padre. Estaba envuelto en una manta como el hombre le había prometido y el chico no lo destapó sino que se sentó a su lado y ahora estaba llorando pero no podía parar. Lloró mucho rato. Te hablaré todos los días, susurró. Y no me olvidaré. Pase lo que pase. Luego se levantó y dio media vuelta y regresó a la carretera».

¿Todo está perdido? Acaso no. Hay un encuentro y en los últimos planos surge la duda de modo que cada cual puede llegar a ver o la no luz definitiva o una sutil rendija de esperanza porque como el texto apostilla: “una vez hubo truchas en los arroyos de la montaña. Podías verlas en la corriente ambarina donde los bordes blancos de sus aletas se agitaban suavemente en el agua. Olían a musgo en las manos. Se retorcían, bruñidas y musculosas. En sus lomos había dibujos vermiformes que eran mapas del mundo en su devenir. Mapas y laberintos. De una cosa que no tenía vuelta atrás. Ni posibilidad de arreglo. En las profundas cañadas donde vivían todo era más viejo que el hombre y murmuraba misterio”.

Cierras el libro; cae el telón. ¿Está todo real e irremisiblemente perdido ?

The Road
Dirección: John Hillcoat.
Intérpretes: Viggo Mortensen. Kodi Smit-McPhee, Charlize Theron y Robert Duvall.
2009 / EE.UU. / 113 minutos.