Tras toda una vida de servicio, Evans, el viejo capataz de una estancia perdida allí donde los límites de la soledad y el clima cobran sentido, es despedido de su trabajo. La cosa requiere sangre nueva y un peón más joven viene a ocupar su lugar. El cambio no será fácil para ninguno de los dos.

Mientras el paisaje se cubre de blanco, la nieve y el viento aíslan por completo el lugar y ya no se trata de trabajar o de vivir, sino de resistir. Cada uno a su manera deberá sobrellevar la desolación casi sin límites del invierno que se avecina.

En su ya larga trayectoria, Alejandro Sieveking vuelve a ponerse en la piel de otro personaje inquietante. Dando vida a Evans, el actor logra una soberbia actuación que encaja de un modo conmovedor con lo conmovedor de su circunstancia: el tiempo ha decidido echarlo a un lado cuando él aún se siente con fuerza y oficio para seguir en la brecha. Pero los que mandan; mandan. Así de sórdida se escribe la historia.

Este sólido debut de Emiliano Torres tiene su punto de partida, como declaró en su presentación el realizador, en la vastedad del horizonte patagónico, la dureza del clima y la realidad de los trabajadores rurales que, en la búsqueda de un trabajo generalmente mal pagado, resisten como pueden en un entorno hostil. «Se trata de una historia de supervivientes en un rincón del mundo en donde el tiempo se ha detenido y en el que el invierno pareciera no acabar nunca. Es la cara oculta de una postal de la Patagonia. El barro y la sangre. Imágenes tangibles, brutales, ecos de un mundo tan primitivo como esencial».

Descarnada y reflexiva, El invierno es una película que, lejos de cuestionar el estado de las cosas allí donde el mundo parece acabarse, cuestiona los recovecos más íntimos de la propia naturaleza humana.