Y sobre todo Simone de Beauvoir, a la que Leduc, hija bastarda nacida a principios del XX, conoce en los años de la posguerra en el parisino Saint-Germain-des-Près.

Desde el primer momento se establece entre ellas una intensa relación que durará el resto de sus existencias. Una relación a menudo incomprendida por el entorno de ambas.

Búsqueda

Para Violette, la búsqueda de la libertad a través de la escritura es lo fundamental. Para Beauvoir, la atracción parte de la convicción de tener entre las manos el destino de una escritora fuera de lo común.

Como había logrado en Séraphine (2008), Martin Provost encuadra de manera más que digna a la escritora que Violette biografía. Huye de los clichés, afila la mirada y nos deja ante dos horas cumplidas de buen cine. No era difícil caer en la complacencia destructiva, habida cuenta de la existencia real del personaje central. Pero logra el director bordear ese riesgo y dejarnos un testimonio duro pero clarividente y, como tal, ilustrativo, del malditismo de su protagonista, verazmente interpretado (crece en cada nueva entrega) por Emmanuelle Devos.

Autobiografía

No es sencillo entender lo que significó la publicación de La bastarda a mediados de los años 60. Como apuntan los críticos es indudable que el prefacio firmado por Simone de Beauvoir tuvo mucho que ver con el éxito. El libro y su autora contaban con el aval de una escritora cuya integridad y compromiso hacia la causa de las mujeres no podía cuestionarse desde la publicación de El segundo sexo (1949).

Violette Leduc. El hecho de ser bastarda, una especie de maldición social contra la que luchó liberándose de la sofocante losa familiar y escribiendo una obra poética original, no era su única característica diferencial. La bisexualidad, la defensa del aborto, la atracción que sentía por el estraperlo, la amistad con homosexuales, todos los elementos que revelaba acerca de su personalidad y de su vida despertaron, según quien la leía, simpatía o repulsión. Pero marcaban. El estilo sumamente inventivo que usaba ya había caído mal en el círculo de la crítica reaccionaria, que se mofaba de ella antes de que se hiciera famosa, en cuanto publicó sus primeros libros. Sin embargo, y como queda señalado, los grandes escritores franceses del momento no le regateaban elogios.

Cuando La bastarda la sacó de las sombras, fue adoptada por las primeras militantes de lo que se convertiría más tarde en el MFL (Movimiento Feminista de Liberación). Leduc firmó el manifiesto de las 343 salopes (343 cabronas) en favor de la legalización del aborto.

La fealdad, una característica muy reforzada en la película, de la que tanto se lamentaba de joven, pasó a notarse menos con la edad. Su personalidad brillante, elegante y provocadora hacía que todos quisieran que participara en cenas y reuniones donde sus insolencias eran bienvenidas.

Su obra fue traducida a varios idiomas, ya que era considerada una militante de la causa feminista. Se convirtió en referencia obligada en las tesis sobre estudios de género a partir de los años noventa. Paradójicamente, el estatuto de autora profundamente literaria, que había sido subrayado por sus “padrinos” desde el primer momento, tardó en volver a ser reconocido.

Ajena al éxito

Violette Leduc nunca creyó en un éxito que le parecía un poco “vulgar” y, sobre todo, tardío. Sin embargo concedió numerosas entrevistas en las que mostraba una mezcla de insolencia, que la convertía en la invitada ideal para programas de televisión y de radio, y de profundidad psicológica y refinamiento intelectual que dejaban patentes su cultura y sus exigencias literarias. Más aún, su veneración casi mística por la literatura.

Violette, la propuesta de Provost, retrata con tacto y mucho acierto la personalidad (inseguridades, convicciones, obsesiones, complejos, el éxito y su contrario) de una figura que merecía este recomendable biopic.

Violette CartelViolette
Dirección: Martin Provost
Guión: Martin Provost, Marc Abdelnour y René de Ceccaty
Intérpretes: Emmanuellle Devos, Sandrine Kiberlain, Olivier Gourmet, Jacques Bonnaffé y Olivier Py
Música: Hugues Tabar-Nouval
Fotografía: Yves Cape
Productoras: TS Productions y Climax Films
Distribuidora: Golem
Francia-Bélgica / 2013 / 132 minutos