Tras recibir noticia de la muerte de su hijo en el curso de una acción militar, Michael ve cómo crece su rabia y su impotencia ante las excesivas muestras de luto de sus familiares y las palabras tópicas y bienintencionadas de los burócratas del ejército.

Su mujer, sedada y materialmente derrumbada por las circunstancias, duerme mientras él se sumerge en una espiral de ira para experimentar uno de esos giros inexplicables de la vida, a la altura de las surrealistas experiencias de su hijo mientras realizaba su servicio militar en una garita perdida en un perdido punto de la frontera de su acosado país. Pero nada es lo que parece y el azar se guarda una de esas bazas que hacen de la existencia un lugar insondable.

Samuel Maoz, que ya ganó el León de Oro en Venecia con Líbano, su primer filme, apuesta de nuevo fuerte en una propuesta que a muchos encandilará y a otros resultará desconcertante. Un relato dividido en tres planos muy diferentes. El propio director los justifica: “Quería construir un viaje emotivo que el público sintiera con una primera secuencia chocante, una segunda que pretende hipnotizar y una tercera conmovedora. El destino es la espina dorsal del filme. Foxtrot cuenta dos generaciones, la primera que sobrevivió al Holocausto y la que le siguió. Cada una experimentó un trauma en el servicio militar”.

En cualquier caso, Foxtrot es una película incómoda a la que la ministra de Cultura de Israel tildó de «nociva» porque, dijo textualmente, «destruye Israel». A esta declaración, el propio Maoz respondió: «Me llaman la atención esas palabras. Trataron la película como si fuera una bomba atómica que nos iba a borrar del mapa. De todas formas, sus declaraciones ofrecen una imagen perfecta de la división del país que intenta mostrar Foxtrot. No estoy de acuerdo con este tipo de publicidad, pero sí es cierto que lo que dijo la ministra provocó el debate público y, aunque fuera de manera indirecta, me dio la razón. Quiero creer que algo bueno hay en que se hable de las cosas».

Otra vez la guerra en el hacer cinematográfico de Maoz. En 2009, el director sorprendía con Líbano, una película rodada en su metraje total en el interior de un tanque. «Líbano hablaba de mí de forma radical. No sólo era mi experiencia en la guerra, sino que me llevó años entender lo que había pasado para plasmarlo en una película. La hice porque tenía la necesidad de vomitar aquello, de arrojarlo de mí. Líbano hablaba del trauma y Foxtrot del postrauma. Y de lo que te das cuenta es que este último es mucho más complejo», concluye al referirse a ésta, su más que interesante entrega en la que se mezcla la desolación, el azar y lo absurdo que siempre acaban por jugar sus bazas en cualquier existencia.

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Dirección y guion: Samuel Maoz
Intérpretes: Lior Ashkenazi, Sarah Adler, Yonaton Shiray, Shira Haas, Dekel Adin, Yehuda Almagor, Shaul Amir, Gefen Barkai
Fotografía: Giora Bejach
Música: Ophir Leibovitch, Amit Poznansky
Montaje: Arik Lahav Leibovich, Guy Nemesh
Israel, Alemania / 2017 / 113 minutos
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