Laurel Hester (Julianne Moore) era, en la vida real, una respetada teniente de policía de Nueva Jersey a la que le fue diagnosticado un cáncer terminal. Hester era homosexual, tenía pareja, y mantuvo en los últimos años de su existencia una enconada batalla legal con los legisladores del condado de Ocean para lograr que su compañera sentimental, Stacie Andrée (la actriz canadiense y activista por los derechos de las lesbianas Ellen Page da un muy buen contrapunto al papelazo de Moore), pudiera tras su muerte recibir la pensión que le correspondía y que le permitiría conservar la casa en la que ambas habían vivido su idilio. Un casa que sigue ocupando en la actualidad la pareja de la desaparecida.

Nada fue sencillo

Fácil es deducir que las cosas no fueron sencillas. Que la lucha por la justicia tiene muchos meandros. Que la negativa consecuente con las fuertes raíces conservadoras de los funcionarios -‘freeholders’– que decidían solo pudo ser derribada con la colaboración de amigos y compañeros de la pareja. Una lucha en la que jugaron función clave el detective Dan Wells (Michael Shannon) y el activista Steven Goldstein (Steve Carrell), que logaron reunir a oficiales de policía y ciudadanos de a pie para apoyar aquella cruzada por la igualdad.

En sus primeros compases la película presenta a la agente policial, con 23 años de servicio a sus espaldas, como un personaje sólido que, es obvio, tiene la capacidad de enamorarse de quien le dé la gana. La otra parte de la pareja es una joven, sólida también, que trabaja en un taller mecánico y que tiene muy claro de quién se enamora.

Comienza pues el filme, al plantear la enfermedad sin vuelta atrás de una de las mujeres y las reivindicaciones de ambas, como una apuesta por el cine de la dignidad y la bandera de la justicia. Las dos actrices que dan vida a los personajes reales otorgan un plus de veracidad que sitúa a la propuesta en el lugar destinado a las mejores películas del género. Y el eslógan promocional del filme cobra todo su sentido: “Después de muchos años arriesgando la vida y combatiendo la injusticia en nombre de los demás, Laurel Hester está luchando ahora por sus propios derechos”.

Giro en el objetivo

Pero a mitad de metraje la cosa da un giro y el conjunto se resiente. De la ética, la dignidad y los derechos, se pasa a una apuesta, de tintes casi sensibleros, al drama sentimental de la pareja y a la lucha contra la enfermedad.

Es un giro. Bien contado, pero giro. Por decirlo de alguna forma, el espectador asiste a un cambio de pie y de estar ante un tema socio-político pasa a situarse frente a un drama romántico.

Aun así y a pesar de esta bajada de intensidad en el núcleo de lo que se narra, Freeheld, que en España se presenta con el añadido de “un amor incondicional”, es una más que estimable película que, siguiendo las palabras de la actriz Ellen Page, hará pensar a muchos, “pues espero que la vean aquellos espectadores que no comprenden la homosexualidad. Por ejemplo, los padres que intentan aceptar que su hijo o su hija son homosexuales. Ojalá les ayude a recapacitar al ver los efectos catastróficos que puede llegar a producir la discriminación”. Que así sea.

PrintFreeheld: Un amor incondicional
Director: Peter Sollett
Guion: Ron Nyswaner
Intérpretes: Julianne Moore, Ellen Page, Michael Shannon, Steve Carell, Gabriel Luna, Anthony DeSanto
Fotografía: Maryse Alberti
Música: Hans Zimmer
Estados Unidos / 2015 / 103 minutos