Pues bueno, la número uno, la primera, la más, y casi doblando en cifras a la segunda, es la cuarta entrega de Torrente. Han leído bien. Sobran las palabras.

Claro que hablamos de películas y eso para los buenos aficionados acaso sea una tabla de salvación, su pequeño consuelo. Porque el título que corona el listado de los dineros recaudados tiene, se coja por el lado que se quiera, poco o nada que ver con lo que uno aspira a ver como cine en una pantalla.

Perdónenme la vehemencia. Pero de puro sentir lo dicho tenía que decirlo. Sobre todo cuando, con los números en la mano, se confirma que ese monumento a la zafiedad por la zafiedad, –eso sí, revestido de transgresión–, ha sido visto en el último fin de semana por siete veces más espectadores que El discurso del rey, con todos sus Oscar encima, o Cisne negro, por citar dos ejemplos. Que en el listado de las 20 más rentables económicamente no figura ninguna otra española, (y eso que en este mes se han estrenado cuatro o cinco –dramas, comedias, documentales– más que dignas).

Pero los números hablan y lo que concluyen no puede ser bueno, ni para la salud de un país, ni para los que acuden a la sala, ni siquiera para una industria que atraviesa muy duros momentos económicos y precisa ingresos, ni, por supuesto, para el cine como medio de expresión, disfrute, creación, arte, reflexión, evasión, gozo y etc., etc., etc.