Sin memoria, reflexiona el cineasta, la persona deja de ser lo que era, pierde sus referencias, se pierde a sí mismo: “Mi madre, concluye conmovido, ya no era mi madre”.

La memoria y la preocupación por su pérdida gravitaron siempre sobre este hombre que confesó que si le propusieran, te quedan 20 años de vida, ¿qué te gustaría hacer durante las 24 horas de cada uno de los días que vas a vivir?, respondería sin dudarlo: dadme 2 horas de vida activa y 22 de sueños, con la condición de que luego pueda recordarlos; porque el sueño sólo existe por la memoria que lo acaricia.

Tema recurrente

La memoria y su ausencia han sido temas recurrentes para el cine. ¿Cómo olvidar aquella sorpresa argentina que se llamó El hijo de la novia? Lo siguen siendo.

Vuelve el Alzheimer a protagonizar pantalla a través de una lacerante propuesta turca que en el último festival de San Sebastián se llevó la Concha de Oro dejando por el camino a insignes consagrados como Koreeda o Winterbotton.
La caja de Pandora juega con los paisajes rurales en una aldea de montaña de la costa del Mar Negro, en donde una anciana desaparece, y el centro de Estambul, una ciudad ruidosa marcada por la mezcla y el contraste, en la que aquella mujer va dejando de serlo por causa de la enfermedad del olvido.

Yesin Ustaoglu firma esta descarnada, emocionante y logradísima visión de un mundo en descomposición. Tras trabajar como arquitecta algunos años, Ustaoglu se lanza al cine y ya en su primera muestra The Trace dejó claro que no estaba de paso. En 1999 presenta en Berlín Journey to the sun con la que no sólo gana allí, sino también en el Festival de Valladolid, que le otorga el Gran Premio del Jurado, Estambul, FIPRESCI…

Directa a las conciencias

No hablamos pues de una novata, a pesar de que la de ahora sea la primera vez que la acogen a lo grande las pantallas españolas, sino de una especialista en contar historias que remueven conciencias. Con ternura y delicadeza, pero sin complacencia alguna, la de esta nonagenaria acechada por el olvido (en una interpretación desbordante de la actriz francesa Tsilla Chelton que a sus 89 años se metió tanto en el papel que aprendió la lengua turca y, de paso, se llevó en San Sebastián el Premio a la Mejor Actriz) sirve de palanca para hablarnos de la desmembración de la familia, del egoísmo y su contrario, del peso de la conciencia, de la complicidad y, por supuesto, del drama que marca el tiempo en el que los recuerdos se difuminan y la memoria, -y con ella buena parte de la persona-, se agota.

Esa madre anciana que a pesar de su enfermedad nunca olvida que es en su aldea de origen donde quiere morir, constituye el último nexo de unión entre dos hermanas y un hermano ensimismados en sus problemas personales. Esa situación hace que florezca lo mejor y lo peor de cada uno e incluso que asome inesperada la colaboración de un nieto al que, hasta entonces, todos consideraban casi perdido.

Tres generaciones

Análisis de tres generaciones, sin pretender analizar, sino mostrando los hechos diarios. La hija de mediana edad con una vida asentada pero en la frontera siempre de complejos problemas. La anciana y la más joven, desnortadas en sus vidas, una porque ha perdido memoria y referentes, la otra porque busca desesperada el significado de una existencia a la que no acaba de encontrar razón.

Dolorida y desprejuiciada, con mucho de poesía en unos planos largos que flotan en la pantalla hasta inquietar al que observa, La caja de Pandora supone una perspicaz mirada hacia lo que somos y hacia aquello en lo que podemos convertirnos, -al dejar de ser-, cuando la memoria cae en el olvido.

La caja de Pandora
Dirección: Yesim Ustaoglu
Intérpretes: Tsilla Chelton. Deria Alabora. Oval Aykyran y Onur Ünsal.
Turquía / Francia / Alemania / Bélgica / 2008 / 110 Min.