Perteneciente a una amplia saga de actores, debutó en Barcelona a los 13 años en la compañía escénica de su madre, María Fernanda Ladrón de Guevara, con la comedia Siete Hermanas, de Leandro Navarro, y en 1940, con 15 años, hizo su primera aparición en el cine, en la película Mari Juana, de Armando Vidal. Alcanzó la fama rápidamente y consiguió un contrato en exclusiva con la productora Cifesa, para la que realizó alguno de sus mejores papeles en los años 40 y 50.

Entre las interpretaciones más elogiadas de su primera etapa están Eloísa está debajo del almendro (1943) y La fe (1947), películas dirigidas por Rafael Gil.

De esta época son también sus filmes Los ladrones somos gente honrada (1941), Malvaloca (1942), El clavo (1944), Espronceda (1945, de Fernando Alonso Casares), Fuenteovejuna (1947), La calle sin sol (1948), La duquesa de Benamejí (1949), De mujer a mujer (1950), Alba de AméricaLa Leona de Castilla (ambas, 1951); y Un ángel tuvo la culpa (1959).

Trabajó con Orson Welles en Mister Arkadin (1954) y con Tulio Demicheli, en La herida luminosa (1957).

México querido

Viajó a México en 1957 para realizar la obra de teatro Un cuarto lleno de rosas, con Manolo Fabregas, y lo que en principio iba a ser una corta estancia, se convirtió en un exilio voluntario de 24 años. Durante su estancia tuvo un desencuentro con Luis Buñuel, con el que iba a trabajar en El ángel exterminador –abandonó en el último momento su participación en esta producción por no estar de acuerdo con el orden de los títulos de crédito–. El papel de la dueña de la casa en la que se desarrolla la historia fue finalmente interpretado por Lucy Gallardo.

Allí siguió haciendo cine y teatro e irrumpió en la televisión como protagonista de grandes seriales, al tiempo que siguió haciendo otros papeles en España, destacando su interpretación en La madrastra (1974).

A su regreso a España, en 1979, reapareció en la escena con la comedia de Santiago Moncada, Salvar a los delfines, y después, con Anillos para una dama de Antonio Gala. Representó en 1982 El caso de la mujer asesinadita, de Miguel Mihura, con la que obtuvo el premio que lleva el nombre del autor.

Junto a Lola Cardona protagonizó Hay que deshacer la casa (1986), de Sebastián Junyent, con la que fue galardonada con el Premio Lope de Vega y con un premio Goya a Mejor Actriz protagonista por la adaptación cinematográfica de José Luis García Sánchez.

Uno de sus papeles más recordados en televisión es el de Doña Mariana, en la serie Los gozos y las sombras (1982), donde trabajó junto a su hermano, Carlos Larrañaga. Celebró sus bodas de oro en el teatro en 1988 con La Celestina, en una adaptación de Torrente Ballester dirigida por Adolfo Marsillach.

También interpretó La loca de Chaillot, de Jean Girandoux, y Rosas de Otoño, de Jacinto Benavente, dirigidas ambas por José Luis Alonso.

Intensa trayectoria

Con la película Esquilache (1989, Josefina Molina) fue nominada de nuevo a un premio Goya como actriz de reparto. En 1992 interpretó en Madrid El abanico de Lady Windermere o la importancia de llamarse Wilde, finalista al Premio Mayte de Teatro.

Junto a Alberto Closas, protagonizó en 1993 El canto de los cisnes y dio vida a Paula Raíces en La Regenta, de Clarín, realizada para televisión bajo la dirección de Fernando Méndez Leite.

En 1999 estrenó Los árboles mueren de pie, de Alejandro Casona, con la que recibió homenajes en Cádiz y Santander al coincidir la gira, en 2000, con su sesenta aniversario como actriz. Interpretó también, de 2001 a 2003, Paseando a Miss Daisy, de Alfred Uhry, con la que alcanzó las 60 representaciones en gira por toda España. Con Nuria Espert representó, entre 2003 a 2004, La brisa de la vida, dirigida por Lluis Pascual.

Participó en el documental Sombras y luces. Cien años de cine español (1996), de Antonio Giménez Rico, y en la película El olor de las manzanas (1999, Juan Cruz).

La última función

Su última actuación fue con La duda en 2006, adaptación de Juanjo Seoane de El abuelo, de Benito Pérez Galdós. Suspendió la gira en Murcia pero fue en Santander, la ciudad que la vio debutar, donde anunció su adiós a los escenarios. Tras solo cuatro funciones se dirigió al patio de butacas: “Acaban de ver ustedes la que, quizá, sea la última función de Ámparo Rivelles”. La misma obra con la que se despidió su padre y la ciudad de su debut en la escena acogían también su adiós a las tablas.

Culminó una carrera que casi duró setenta años en activo y dejó para siempre las esperas entre telas y las interminables jornadas en los sets de rodaje. Entre tanto se le otorgaron numerosos galardones: el Premio Nacional de Teatro, el Goya a la Mejor Interpretación Femenina Protagonista, el Fotogramas de Plata a Toda una Vida, el premio ACE, el Mayte, el del Círculo de Escritores Cinematográficos y el Ercilla de Teatro.

Ya en su retiro, para dar testimonio de afecto y gratitud, el Instituto Cervantes le ofreció un homenaje en septiembre de 2011, que fue conducido por Fernando Méndez-Leite y la periodista Rosana Torres. Compañeros, familiares y amigos arroparon a la actriz y le dedicaron emotivas palabras. Emocionada ‘la Rivelles’ manifestó: «A uno le duele todo. Sobre todo cuando has estado trabajando desde los 14. He pasado mucha hambre y no he adelgazado, ahora que no trabajo y como todo lo que quiero estoy delgada. Supongo que es para que me vaya acostumbrando al esqueleto». El público puesto en pie y sonoros aplausos la despidieron, ella jamás perdió el sentido del humor.

Además de ser nieta de actores, José Rivelles y Amparo Guillén, e hija de actores, Rafael Rivelles y María Fernanda Ladrón de Guevara, era hermana de Carlos Larrañaga, desaparecido el pasado año, y tía de los actores Amparo Larrañaga y Luis Merlo.