¿Cuántas veces han oído esta historia? Matrimonio en crisis, mujer que desaparece, marido como principal sospechoso. Demasiadas, ¿no? Sería muy fácil darles la razón con Perdida, pero hay un factor decisivo de por medio: David Fincher le echó el ojo. Y el ojo de Fincher es más certero que el de Sauron.

Hace dos años, Gillian Flynn rompió las listas de los más vendidos con su novela homónima, una negrísima y ácida disección, no ya de las desapariciones de personas y el consiguiente circo mediático, que también, sino del matrimonio. Un texto a dos voces que sumía en la duda al lector sobre los límites del bien y el mal, lo rastrero de la condición humana, y que hundía sus fauces en el concepto más terrorífico del siglo XXI: la rutina.

Perfecta adaptación

Flynn adapta de manera prodigiosa su propio texto, dando lugar a esas situaciones en las que novela y película son hermanas gemelas. Está todo: los giros brutales, el humor negrísimo, la sátira despiadada, la tensión in crescendo y la trama retorcida. Fincher sabe que tiene un caramelo entre manos y se rinde al material de Flynn. Por supuesto, la firma de Fincher queda patente en cada plano, apoyado por la maestría fotográfica de Jeff Cronenweth y esa música electrónica enrarecida de Trent Reznor y Atticus Ross, pero una vez más, el realizador hace gala de su sobriedad para dejar respirar un guion que es la gran atracción de la cinta.

La fidelidad a la novela llega incluso a la enfermiza traslación de su epílogo. Necesario en el libro, quizá acaba lastrando el tramo final de la película por lo excesivo de su metraje. Flynn no quiere dejar cabos sueltos ni lugar a una interpretación algo más abierta por parte del espectador. Su dedo ejecutor señala sin temblarle el pulso.

Comedia negra

Al frente, dos intérpretes en estado de gracia. Ben Affleck, que parece haber nacido para este papel, ese guapo de barrio con un punto chocante que combina la chulería con el desconcierto, borda un rol que sube y baja como una montaña rusa, ahora confuso, ahora cabreado, ahora vengativo, ahora enamorado. Sin embargo, es su coprotagonista la auténtica joya de la película. Rosamund Pike es sencillamente un milagro. Cada mirada, cada mueca, cada golpe y cada plano que irremediablemente llena. Pike consigue que ella y solo ella sea la única actriz posible para encarar su papel.

Perdida es más de lo que parece, y esa es quizá una de sus grandes virtudes. La desaparición llega a ser la menor de las preocupaciones cuando todo lo que la rodea, desde su origen hasta sus morbosas consecuencias, conforma un monstruo más gigantesco. Porque de monstruos va la cosa, de los monstruos del día a día, de los que aparecen por la televisión pregonando el apocalipsis desde sus tribunas de sucesos, de los que se suben al carro por un poco de reconocimiento, de los que se alzan como regios defensores de la justicia esgrimiendo prejuicios y, sobre todo, de los que duermen junto a ustedes.

¿Retorcida? ¿Excesiva? Sin duda. Pero si se dejan seducir por Perdida, caerán rendidos. Entren por el thriller. Quédense por la comedia negra.

Perdida CartelPerdida
Dirección: David Fincher
Guion: Gillian Flynn (Basado en su novela)
Intérpretes: Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris, Tyler Perry, Carrie Coon, Kim Dickens, Patrick Fugit, Missi Pyle y Sela Ward
Música: Trent Reznor y Atticus Ross
Fotografía: Jeff Cronenweth
Estados Unidos / 2014 / 149 minutos