¿Cuál es la principal línea argumental del recorrido expositivo?

En la exposición existe un interés evidente por la metamorfosis del cuerpo, la relación estrecha entre el hombre y el animal. Se puede ver un Bacon como lo que es, interesado por los instintos y que asume toda una tradición pictórica que admira. Se han evitado confrontaciones con obras de otros artistas, primero porque así lo quería el propio Bacon y, después, por respeto a la propia dimensión de su trabajo, ya que sería muy difícil, aunque comparásemos dos obras, que el público las identificase sin poner una explicación al lado. Bacon no coge una obra y la copia sino que la interpreta y la traduce a su manera, a su estilo. Además, hay todo un apartado de documentos y fotografías que nos ayudan a profundizar en la mirada del artista y el contexto en el que desarrolla su trabajo.

¿Por qué resulta tan inquietante la pintura de Bacon?

Es inquietante porque es un espejo y porque el espectador se identifica, directa o indirectamente, con su obra. Bacon sabe sugerir y mostrar perfectamente el paso del tiempo, la muerte, por eso está su obra llena de retratos. Hay que tener en cuenta que el retrato es quizá el género por excelencia del siglo XX, bien por herencia de los maestros del pasado, como ocurre en Velázquez y Goya, o bien precisamente por esa inquietud del individuo contemporáneo ante la vida.

¿Qué obras de la colección permanente del Museo del Prado aconseja ver antes de de visitar esta retrospectiva?

Sin duda, en primer lugar Las Meninas. Esta obra maestra de Velázquez interesó mucho a Bacon, quien se sintió atraído por su concepto del espacio. También es interesante ver el retrato de Pablo de Valladolid, también de Velázquez. Es uno de sus mejores retratos y uno de los más grandes de la historia, con una dignidad y humanidad inigualables, también con un espacio único. Los Borrachos es también fundamental, ya que es una obra donde se rompe la unidad narrativa, donde cada figura parece estar aislada… Este aspecto se refleja muy bien en los trípticos de Bacon, donde el aislamiento de cada parte sobresale por encima del conjunto de piezas que lo configuran.

¿Qué encuentra Bacon en Velázquez?

Velázquez fue la pasión más grande de Bacon. Velázquez y todo lo que implica su pintura, por eso siempre que venía a Madrid visitaba el Museo del Prado. Hay que tener en cuenta que Bacon no tuvo maestros que le enseñaran técnica pictórica, sólo uno: el australiano Roy de Maistre. Éste le enseñó los rudimentos del óleo, pero nada más. Velázquez desarrolla una técnica muy especial y consigue definirlo todo con pocas pinceladas, con muy poco puede conseguirlo todo. Al igual que Velázquez, Bacon es un pintor que va más allá de lo ilustrativo o lo narrativo. Por eso, en su etapa de madurez, se niega a utilizar más de una figura en las composiciones.

¿Qué destacaría de su técnica pictórica?

La ambigüedad del espacio se corresponde también con una ambigüedad de las formas. Al igual que en los retratados por Velázquez o Ribera, se pierde el sentido icónico en favor de unas figuras más expresivas y sentidas. El héroe clásico, definido, da paso a un héroe anónimo, configurado por su propia sustancia. La técnica de Bacon, en este sentido, así lo expresa. Bacon explora también el movimiento de las pinceladas de los maestros y crea movimientos que remiten, por ejemplo, a Las Hilanderas de Velázquez.

¿Cuál es la clave para que un espectador disfrute en la exposición?

El espectador tiene que aprender a dejarse llevar, estar dispuesto a sumergirse en el universo del pintor. Bacon solía decir que desaparecida la religión, el arte es un juego; para él, profundizar en el arte es la clave.

Un personaje de La Tempestad de Shakespeare dice: “Estamos hechos de la materia de los sueños”. Según Bacon, ¿de las pesadillas?

Más que de las pesadillas, yo creo que de los impulsos. Y esto se refleja perfectamente en esa técnica “impulsiva” del pintor.

Por último, la mirada de Bacon es la mirada de…

 Es la mirada de todos los seres humanos. La mirada de Bacon es la mirada de nuestros abuelos, de nuestros padres, de nuestros amigos, nuestra mirada, la mirada de todos aquellos que se han preguntado algo en este mundo.

 

Apuntes biográficos

Manuela B. Mena Marqués (Madrid, 1949) es actualmente jefa de Conservación de Pintura del Siglo XVIII del Museo del Prado. Doctora por la Universidad Complutense en 1976, se especializó en el campo del dibujo y la pintura italiana del siglo XVII. Se dedicó a la docencia en la Universidad Autónoma de Madrid desde 1971 hasta que en 1981 obtuvo, por oposición, la plaza de conservador de Dibujos y Estampas del Museo del Prado. En el Museo fue subdirectora de Conservación e Investigación de 1981 a 1996 y vocal de su Patronato, de 1991 a 1996.

Ha organizado numerosas ­exposiciones, entre las que destacan Murillo (1982), en colaboración con la Royal Academy de Londres, y Monstruos, enanos y bufones en la corte de los Austrias. Asimismo participó en la organización de la exposición Goya y el espíritu de la Ilustración (1989), en colaboración con el Museum of Fine Arts de Boston y el Metropolitan ­Museum of Art de Nueva York. Coordinó y participó en las exposiciones de Velázquez y Ribera (1990 y 1992, respectivamente), y fue responsable científica, junto con Juliet Wilson-Bareau, de la exposición Goya: el capricho y la invención (1994). También fue comisaria de las exposiciones de dibujos italianos de los siglos XVII (1983) y XVIII (1991), Cuadros de gabinete, bocetos y miniaturas, Rafael y España (1985), Sebastiano del Piombo y España (1995) y Manet en el Prado (2003), y Goya en tiempos de guerra (2008).