Las conversaciones con aquellas personas le permitieron entrever una forma de cultura morisca desconocida para el gran público. «Esta realidad me animó a contactar con especialistas para, a través de las distintas aportaciones, ahondar en una parte de nuestra memoria, la de los últimos musulmanes españoles, aquellos que en 1610 se vieron obligados a marcharse de su tierra».

¿Es la recuperación de esta memoria el objetivo esencial de la exposición?

Efectivamente, recuperar la memoria literaria y vital que nos ha dejado esta parte de la cultura española que cuando se marchó al exilio se fundió con las comunidades musulmanas e islámicas de cada destino correspondiente dejando en su tierra sólo los testimonios que encerraron y ocultaron en sus casas.

¿Qué aporta esta forma de expresión al conjunto de la literatura española? 

Estamos ante manuscritos y libros que albergan un habla muy próxima a la literatura popular. Un habla de la que Fray Luis de León decía que era “la que aprendía de sus amas”, aquella a la que se refiere el coordinador literario de esta muestra, José Jiménez Lozano, al señalar que es “la que se aprendía en el campo”. Una literatura sin pretensiones de prestigio, preñada de confesiones autobiográficas y de voluntad de transmisión. Una literatura que se aparta de metáforas luminosas y de las grandilocuencias del Renacimiento y pretende transmitir los conocimientos en un habla que no se despegue del ras de las cosas. De esta sencillez, de este estar a pie de calle se deriva otro más de sus muchos valores y riquezas.

¿Cuáles son las joyas que la muestra alberga?

Por ejemplo, la única traducción completa del Corán que se ha conservado; manuscritos con azoras coránicas combinando lengua árabe y aljamiada; volúmenes de jurisprudencia islámica, como el Alkitab de la Tafría, con su “libro de lo perdido y lo encontrado”; devocionarios y plegarias, como la Rogaría del Agua, para pedir lluvia en tiempo de sequía; tratados de poesía, o los escritos del Mancebo de Arévalo, un morisco que recorre la España del siglo XVI entrevistando a musulmanes y conversos judíos… En fin, un conjunto de manuscritos y libros únicos, muchos de los cuales contienen ilustraciones de gran belleza.

«Esta muestra incluye un conjunto de manuscritos y libros únicos, muchos de los cuales contienen ilustraciones de gran belleza»  


Etimológicamente la literatura aljamiada proviene de un término que significa extranjero…

Efectivamente, proviene el término árabe “aljamí”, extranjero, porque aljamías es como los andalusíes árabes designaban a las lenguas romances, aquellas que se hablaban en el norte de la Península. Cuando, posteriormente, algunos de esos andalusíes quedaron encerrados dentro de los núcleos de conquista cristiana fueron los propios árabes y los propios cristianos los que se referían a ese castellano hornado de palabras árabes que practicaban los mudéjares con el término aljamía o lengua aljamiada.

¿En qué términos concretos cabría definir esta forma de literatura?

Por literatura aljamiada se entiende en general aquella literatura escrita en español con caracteres árabes. Podríamos ampliar esta definición acogiendo a aquellos textos que están escritos con caracteres latinos y que fueron producidos y elaborados por los moriscos en los primeros y últimos tiempos de su producción literaria.

E-mail Imprimir

¿Por qué distintas comunidades moriscas adoptan esta forma de escritura?

Como se pone de manifiesto en la exposición, la mayoría de los manuscritos y libros expuestos fueron apareciendo al derribar casas antiguas en el Valle del Jalón, en Aragón, envueltos en paños de lino y piedras de sal. Este sistema ha permitido su conservación y que lleguen en muy buen estado hasta nosotros. Los moriscos aragoneses, los que practicaban la escritura aljamiada, configuraban una comunidad integrada por unas 100.000 personas. Otros moriscos españoles, como los valencianos o los granadinos, hablaban y escribían en árabe. Desconocemos la razón exacta que llevó a los moriscos aragoneses a adoptar este tipo de escritura, pero probablemente fue porque muchos de ellos habían olvidado el árabe pero querían conservar su pasado islámico. Hay que tener presente que la Inquisición perseguía la tenencia de libros musulmanes, pero a pesar de esa forma de represión, los moriscos continuaban copiando y trasmitiendo, de forma oculta, sus textos y manuscritos.

«El español deviene en la única lengua europea en que de forma similar al persa y al turco se planteó en algún momento de su historia la existencia de un Islam en la lengua materna»  

 

¿Cómo se observa este legado desde la cultura musulmana actual?

Esta es una cuestión muy interesante. La realidad es que se conservan muy pocos testimonios de manifiestos moriscos en los países árabes. Al llegar los moriscos a las comunidades islámicas de destino fueron considerados malos musulmanes, practicantes de un Islam imperfecto. De hecho, lo que conservamos son obras de polémica de moriscos españoles contra el cristianismo que, de una u otra manera subsistieron, o poesía. Pero su pregunta alberga una cuestión de mucho interés por cuanto dentro de la comunidad islámica son obras sumamente importantes por el hecho de que el español deviene en la única lengua europea en que de forma similar al persa y al turco se planteó en algún momento de su historia la existencia de un Islam en la lengua materna.

Finalmente, ¿cómo animaría a que el público se acerque a visitar la exposición Memoria de los moriscos. Escritos y relatos de una diáspora cultural?

En primer lugar, porque estamos ante una muestra única, que no se había realizado nunca y que alberga textos y manuscritos de una gran belleza e interés. Además, resulta emocionante ver como estos libros han resistido a la intemperie cuatro siglos y han reaparecido cuando las casas y los edificios que los ocultaban se han derrumbado. Tenemos así un testimonio histórico muy directo y vital de quienes en circunstancias muy difíciles los escribieron. Unos antepasados que, salvando muchas adversidades, nos cuentan, como testigos directos, una parte de nuestra historia y de lo que hemos sido hasta llegar a hoy.

 

Uno de los mayores procesos de emigración forzosa de la Edad Moderna

E-mail Imprimir

La expulsión de los cerca de trescientos mil moriscos españoles de las coronas de Castilla y Aragón, ordenada en virtud del decreto emitido por Felipe III el 4 de abril de 1609, supone la culminación del proceso de eliminación de las minorías religiosas que se inicia en nuestro país con la expulsión de los judíos de 1492 y que pone fin a una convivencia más o menos pacífica que se venía produciendo desde la Edad Media.

Esta expulsión constituye uno de los mayores procesos de emigración forzosa de la Edad Moderna, y tuvo una profunda trascendencia demográfica, económica, social y cultural, especialmente para la Corona de Aragón, donde la presencia morisca siempre tuvo mayor arraigo. Pero, sobre todo, la exposición nos acerca a la historia de unos españoles de los siglos XVI y XVII que fueron forzados a abandonar su tierra por pensar y sentir diferente.

Son muchas y complejas las circunstancias que rodearon aquella expulsión, como también fueron intensas y cambiantes las relaciones entre las dos comunidades.

 

Madrid. Memoria de los moriscos. Escritos y relatos de una diáspora cultural. Biblioteca Nacional de España.

Hasta el 26 de septiembre de 2010.