Ellos mismos, de una forma resumida, dicen que son un grupo en el que algunos de sus integrantes son máquinas y que siempre busca sonidos mecánicos que no tienen otras bandas.

Acaban de publicar 12 rounds, su sexto trabajo tras la ida de varios de sus componentes (al parecer la paternidad hace estragos) y confiesan tener unas intenciones, un objetivo, que al final pasa por buscar la respuesta del público para ser y realizarse.

El álbum supone una lucha a cara de perro, ya que en el proceso de composición, al quedarse sólo dos, “no hay un tercero que desequilibre la balanza por votaciones” y “hay que defenderlo cara a cara”, explica Roger. “Hasta el final”, responde Laia. En él reconocen que se dan algunos momentos en los que parece que se están tomando la medida. “Como si fuéramos dos luchadores de boxeo. Como una coreografía en la que estás ahí… hasta que metes el golpe. El disco tiene mucho de eso”.

¿Música industrial o arte sonoro?

Ambos querían sonoridades mucho más metálicas, agresivas y contundentes para hacer un disco más duro. “Nuestro anterior trabajo fue mucho más paisajístico, mucho menos estructurado, más un fluir, y ahora queríamos ver a la gente de pie. Queríamos hacer algo mucho más rítmico y a la vez de más fácil comprensión, algo que te llegara mucho más directo”, cuenta Laia.

“Para ello hemos creado un máquina, un tríptico mecánico, con la intención de que fuera más pequeña de lo que llevábamos haciendo, que fuera fácilmente transportable y que tuviera un montaje rápido y fácil para poder volver al escenario, ya que sólo tienes 20 minutos para montar, probar y esas cosas”, apunta Roger.

Esa máquina de la que habla se llama Tres tristes trons (Tres tristes truenos), y es un instrumento de instrumentos en sí mismo que contiene diferentes aparatos que se emplean para sulfatar, motores de parabrisas, un reloj, electroimanes, un cráneo de perro, muelles, ganchos de hierro, una máquina de escribir, platos, tambores… Cuenta Cabo de San Roque que tiene una apariencia así como delicada, bonita y agradable, pero que en realidad «tiene mucha mala leche» a la hora de tocar.

Tres tristes trons (Foto: Cabo San Roque)

Tres tristes trons (Foto: Cabo San Roque).

La máquina, al límite

“Ya hace tiempo que aprendimos que no puedes componer mentalmente sin tener las máquinas porque nunca cumplen con las expectativas. Sin embargo, al final son mucho mejor de lo que tú te hubieras podido imaginar”. El proceso que llevan a cabo siempre nace a partir de unos sonidos buscados. En torno a ellos la construyen, y cuando ya la tienen, experimentan y comprueban todo aquello que les da que no esperaban que les diera y a la vez aquello que nunca van a conseguir de ella.

“Cuando tenemos claro qué puede hacer y qué no probamos distintas cosas, bases y tal, improvisamos los dos con guitarra y teclados, lo escuchamos y fijamos lo que más nos gusta. A partir de ahí se crea la canción. Por supuesto, siempre hay trozos que son más libres, como los solos o cosas así porque nunca son iguales”.

Después de varios años trabajando con máquinas han aprendido a respetar su propio espacio y también les parecen muy atractivas improvisando, haciendo cosas que no puedes definir o que no puedes escribir porque nunca las hace igual. “Se trata de llevar la máquina al límite mecánico en el que empieza a fallar y empieza a ser imperfecta”, apunta Laia.

“Nunca hemos intentado que las máquinas sustituyan a un humano o al toque que tendrá un batería, ya que esta máquina es más percutiva que nada. El toque que puede tener un humano con una escobilla y un plato no te lo dará una máquina jamás. Nunca vas a conseguirlo, pero de la misma forma la máquina puede hacer cosas que un humano jamás podrá hacer. No se cansan, repiten, no se quejan… y hacen lo que tú quieras las veces que tú quieras”.

Referencias y homenajes

Arquitecto e ingeniera, en parte es lógico que Roger y Laia terminaran metidos en harina ‘electro-mecánico-arquitectónica’. Lo de crear sus propias máquinas surgió ya hace años, cuando él empezó a hacer réplicas de instrumentos convencionales y luego ambos se fueron complicando con motores o pequeños mecanismos que hacían siempre el mismo movimiento. “Cuando nos cansamos ya de los loops o de los loops normales empezamos a investigar y, claro, en nuestras construcciones intervienen la neumática, la electrónica, la electricidad, la física del sonido… Hemos ido aprendiendo con los años”.

Inspirados por los libros que leen, las películas que ven y la música que escuchan, su nuevo disco contiene homenajes concretos, como, por ejemplo, un tema titulado Un paseo Queretano, una versión de otro tema suyo con una rítmica particular en homenaje a Conlon Nancarrow, un compositor americano que trabajó con pianolas. También, otro llamado Sesión de Noche, una versión de Joan Saura, músico amigo que murió hace poco más de un año; o Sorollos D’hatari, en recuerdo a Henry Mancini y a su tema de la película Hatari.

Entre sus referencias musicales confiesan que escuchan de todo: experimental, clásica, vanguardia, electrónica, rock… Aunque reconocen que las sonoridades del disco les recuerdan un poco a Einstürzende Neubauten (aunque quizás no tanto en las estructuras de los temas). “En el disco también está Captain Beefheart mezclado con música de baile de ahora”, dice Roger. “Y la electricidad de James Chance and The Contortions, la electrónica de Silver Apples, y a los sonidos de Entertainment! de Gang of Four…”, concluye Laia.

De febrero a abril de 2015, el Ars Santa Monica acogerá una exposición en forma de retrospectiva con todos sus instrumentos. En ella habrá alrededor de 50, aunque algunos actúan como contenedor de otros. “En realidad planteamos toda la exposición como una instalación en la que van a estar todas las máquinas funcionando a la vez. Se acompañará de una serie de conciertos programados semanalmente. Esperamos también que sea itinerante y, de hecho, ya hay alguna propuesta en el aire”.

 

12 rounds

 

 

12 rounds
Cabo San Roque
Chesapik
Precio: 10 euros