Reclama reposo a la hora de acercarse y observar la pintura. “Siempre digo: ante un cuadro, una silla. Y la posibilidad de verlo una y otra vez, un día y otro y volver a sentarse ante él tiempo después para apreciarlo y sacarle todo su jugo. Un primer vistazo a un cuadro no es nada. Porque un cuadro es un objeto hecho para pensar. El que se pone ante una obra plástica y no le sirve para pensar, no le sirve para nada. Aunque estemos en una época en la que a la gente no le gusta pensar”. Y, entre sonrisa y sonrisa, va dejando frases que quedan suspendidas en el aire para que el que escucha recicle, piense, medite.  

Choca este hecho, este reclamar sosiego y meditación ante la obra plástica, con el dinamismo que sus obras transmiten. “Yo estoy más tiempo delante del cuadro mirándolo que actuando. Pienso despacito y una vez que lo tengo claro en la cabeza ejecuto con rapidez”.

Trabaja incansablemente, “la pintura exige mucho tiempo”, y sin horarios, “esta mañana estaba a las cinco de la madrugada metido en el estudio y a vueltas con un cuadro”, y presa de la ilusión. “La pintura genera en mí una capacidad de ilusión que con los años crece; éste es un viaje apasionante”.

Contador de historias

Lector contumaz, “leo muchísimo”, y aficionado al cine algo frustrado, “voy todo lo que puedo, que es, por falta de tiempo, bastante menos de lo que me gustaría”. “Mi pintura tiene algo de cinematográfico pues siempre me he propuesto que el cuadro cuente algo que la gente pueda entender. El arte que no se entiende no me ha gustado nunca”.

En relación con otras épocas, manifiesta que la pintura española vive “un momento estupendo en el que, aunque la libertad total no exista, el hecho de que la libertad esté de moda me gusta”.

“En el fondo soy un contador de historias”, concluye, y eso que, al tiempo, se declara en contra de hacer literatura de la pintura. “Es muy difícil traducir a palabras la obra plática. La pintura es para mirarla” e, insiste, “sobre todo es meditación, algo que se produce para que pensemos”.

Ahí quedan sus palabras. Meditemos. Sin prisas. Como sosegadamente sentados ante uno de sus luminosos cuadros.