Menta es el protagonista de Lo que me está pasando, el primer cómic del dibujante Miguel Brieva (Sevilla, 1974), conocido por sus publicaciones en El Diagonal, El Jueves, La Vanguardia, Cinemanía, Ajoblanco, El País o la revista Rolling Stone, entre otras. El libro, con su característico estilo de dibujo, cercano a la primera publicidad de los años 60, con un trazado grueso y mucho detalle, es una crítica feroz al mundo en que vivimos, «un fascismo mundial con forma de democracia muy, muy controlada», según sus propias palabras.

Brieva habla de lo yonkis, dependientes, autómatas e inconscientes que somos, a la vez que desmonta mitos como el individualismo, el del libre comercio o el del falso espejismo del emprendedor. A través de la cruda historia de Víctor, de su diario, y de frases de grandes personalidades como Fernando Pessoa, G.K. Chesterton, Luis Buñuel o Bob Dylan, la novela supone un ejercicio de reflexión personal y colectiva.

Lo que me está pasando es su primera novela gráfica, ¿por qué este salto?

La verdad es que llevaba tiempo queriendo hacerlo. Acostumbro más a trabajar en el humor gráfico, que es más de pildorilla y pequeñas ideas, así que no las tenía todas conmigo a la hora de afrontar una cosa así. Por eso, lo que he hecho es un híbrido entre ese género más fragmentado y una narración más al uso. Estructurarlo en forma de diario me ha permitido hacer como pequeños episodios, pero en términos estéticos no sé cuál habrá sido el resultado. Creo que sobre eso es el lector el que tiene la última palabra.

El protagonista del libro es Víctor Menta, un joven de 32 años que lleva años en el paro y que empieza a ser muy consciente de la situación…

Quería dar con una edad que permitiera identificarse al mayor número de personas posible, porque la historia de Víctor no deja de ser una especie de metáfora a nivel social. No quería que fuera nadie muy joven. Quizás hubiera estado muy bien pero habría quedado menos gente representada.

«Las historias que funcionan en clave genérica al final pueden hablarle a más gente»

Entonces, ¿todos somos un poco Víctor Menta?

Esa era mi idea. Lo que le pasa a Víctor no es algo que le pase a la gente de su edad en España, sino que es incluso representativo a escala mundial. Por eso no he cerrado nada -al margen de un dibujo en el que se distingue a Rajoy- y todo queda bastante abierto porque me da la sensación de que las historias que funcionan en clave genérica al final pueden hablarle a más gente.

Precariedad, paro, futuro incierto, recortes… ¿esta realidad es ya algo normal o algo a lo que acostumbrarnos?

Sí, sí… En nuestro modelo de organización actual se están dando una serie de cambios muy fuertes que si se vieran en unos pocos meses la gente reaccionaría de manera visceral porque van a contrapelo con nuestra humanidad. Sin embargo, como suceden con la lentitud necesaria para que nos vayamos aclimatando, no parecen tan fuertes.

Veo un ejemplo muy claro en la programación televisiva. Tengo 40 años y he vivido el momento en que había sólo una cadena o dos. Éstas emitían en un horario restringido y en ellas era posible encontrar programas casi de arte y ensayo. Sin embargo, luego se ha dado un proceso de embrutecimiento de contenidos y multiplicación de las ofertas, pero a su vez, también de reducción de la calidad. Algo así como muchas ofertas de la misma mierda. Hay cosas que si hubieran sucedido en un mes la gente se hubiera llevado las manos a la cabeza, pero si los umbrales se van traspasando poquito a poco se consigue que la gente se acostumbre.

Viñeta de 'Lo que me está pasando', primer libro de Miguel Brieva (Reservoir Books).

Viñeta de Lo que me está pasando, primer libro de Miguel Brieva (Reservoir Books).

En el libro identifica al emprendedor con un «emperdedor», ¿por qué?

No soy partidario de la sociedad de libre mercado, pero te das cuenta a día de hoy que nosotros no vivimos en una sociedad así. Vivimos en una oligarquía de unas élites internacionales que, a través de la construcción del sistema financiero, de las multinacionales y del control de los recursos, etc., controlan la situación. Es una especie de fascismo mundial con forma de democracia muy, muy controlada.

Cuando viajas a Bolivia o a Marruecos y vas a un mercadillo te das cuenta de que eso es una sociedad de libre mercado porque hay mucha gente emprendiendo. Luego vuelves a España y te das cuenta de que no vivimos en ese tipo de sociedad. Aquí lo que hay son grandes multinacionales que están depredando el mundo. Es cierto que también se da un pequeño comercio, pero claramente en recesión, porque el Gobierno no pondera en absoluto para nada al autónomo, al pequeño comerciante, a los que formarían esa base primordial del pequeño mercado.

Frente a la idea mágica del emprendedor, que sólo se cristaliza en gente como el inventor de Facebook, nos encontramos a toda esa gente dejándose los cuernos y dándose de bruces contra un sistema que en el fondo los desprecia y quiere que desistan de su esfuerzo. Es justo lo contrario.

«La realidad es un ‘constructo’ de la imaginación»

¿Las alucinaciones de Víctor son una válvula de escape a todo eso?

Hay válvulas de escape propias y otras que las provee el propio sistema. La televisión es una válvula de escape y también lo son los videojuegos, los jueguecitos de los teléfonos móviles que hacen que en ningún momento del día nos pongamos a mirar, a pensar, a hacer.

Todo eso son estrategias para no pensar, para no darnos cuenta de dónde estamos, de que somos infelices o de que quizás nos gustaría otra cosa. La sociedad, o nuestra inercia económica, nos provee de válvulas de escape muchas de ellas corruptas. El propio consumo es una.

Frente a eso hay una serie de válvulas de escape que considero que son positivas, que vienen de la propia persona o que ayudan a reforzar los lazos sociales. Participar en una asamblea de barrio, en un grupo de música o de teatro, o como Víctor, tener una fantasía ayuda a conseguir encontrar cierta paz o estabilidad frente a la situación en la que uno se encuentra.

A veces cuesta distinguir si esas alucinaciones son más o menos surrealistas que la realidad en la que Víctor vive…

Él suplanta con una fantasía otra fantasía aún peor. En el libro sale una frase de Frank Zappa que dice: “La realidad no es más que una fantasía colectiva”. No nos damos cuenta de ello, pero la realidad, en las sucesivas épocas, es un ‘constructo’ de la imaginación. En la Edad Media se construía en torno a la idea de Dios, en las tribus se hacen relatos mitológicos que ayudan a comprender el origen del mundo y, de igual manera, en la actualidad tenemos una serie de mitos: el de la libertad, el de la democracia, el del desarrollo, el del crecimiento infinito… Otro es el del individualismo. Ese es uno de los grandes mitos de nuestro tiempo y que se pone en entredicho en el libro.

Al final debemos ser conscientes de que la realidad es una falacia para tratar de hacer real algo distinto que probablemente sea más deseable.

«La solución a la situación actual pasa porque tomemos conciencia de dónde estamos»

¿Qué soluciones tenemos?

Slavoj Žižek dice que la utopía ya no es una cuestión de ideologías o de modelos predeterminados que uno trata de aplicar a la realidad. La utopía, a día de hoy, ya es mera supervivencia.

Realmente muchas de las soluciones concretas y prácticas que deberíamos emplear están ya escritas y son realizables, así que lo que falta en realidad es la voluntad de hacerlas. Ahí es donde está el quid del cambio. Éste pasa porque la gente, cada uno de nosotros, tomemos conciencia de dónde estamos. Esa es un poco la idea del libro y un poco por qué lo he titulado Lo que me está pasando, porque sólo lo que pasa por nuestro cuerpo y, de algún modo, encarnamos en nosotros mismos, lo damos como cierto y actuamos respecto a ello.

Además hay unos medios de comunicación globales que están controlados y dirigidos en una sola dirección y que mantienen a la peña fijándose en lo más banal y en lo más contraproducente. Hay que combatir contra esa especie de huracán que sopla permanentemente, pero si consiguiéramos que cada vez más gente posible se fuera concienciando… No estamos en una situación sin salida, la falta de salida está en nuestra propia inercia, en los mecanismos que hemos generado o a los que nos hemos hecho casi adictos y que nos impiden cobrar voluntad a cada uno de nosotros.

Los delirios del protagonista de 'Lo que me está pasando', de Miguel Brieva.

Los delirios del protagonista de Lo que me está pasando, de Miguel Brieva.

¿Somos entonces cómplices de esta situación?

Hay una serie de pensadores a lo largo del siglo XX, en los años 60, como Ivan Illich o Lewis Mumford, que hablaban de que a partir de cierto punto de complejidad de las sociedades del desarrollo tecnológico es como si la propia maquinaria que poníamos en marcha tomara el control y entonces los seres humanos nos convertíamos como en tornillos de esa maquinaria. Es un cliché que también se utiliza estos días para decir que somos una parte del sistema cuando el sistema va solo.

Luego, además, el sistema genera una serie de mecanismos y aparatos a los que nos hemos hecho adictos: el consumo, la superconectividad, el transporte en coche, el hago lo que me da la gana cuando me da la gana… Todas son cosas a las que nos hemos hecho adictos como yonquis. Tenemos que desintoxicarnos todos de unas ideas y unos hábitos, y eso es difícil. Lo sabemos porque no hay mayor esfuerzo de voluntad que superar una adicción.

En ese sentido somos todos cómplices y víctimas de lo que está pasando. Ahora bien, algunos somos unos adictos miserables, la mayoría, y otros están moviendo la droga, publicitándola en las esquinas diciendo “métete, métete”. Digamos que hay gente que se pringa más a fondo a la hora de mantener esa máquina funcionando y después estamos la mayoría, que somos un poco víctima y parte.

«El humor permite comunicar de un modo más empático»

Dentro de toda esta realidad, ¿por qué el humor gráfico está tomando tanta fuerza?

Sí, es verdad. El humor es otra válvula de escape. Tiene muchas virtudes. Personalmente es uno de los recursos que más uso, ya que lo hago no sólo en mi trabajo sino en la vida diaria. Para mí es la manera de poner las cosas en su sitio a un nivel intelectual o simbólico. No puedes quitar a Rajoy de en medio, pero lo puedes poner en evidencia mediante el humor y de una manera a la que todo el mundo le ve las costuras. El humor permite comunicar, frente a un ensayo, de un modo más empático con la gente, que requiere más esfuerzo por parte del espectador.

Sin embargo, también con el humor hay que tener cuidado. Puede pasar que se convierta en una especie de sedante porque como nos reímos de ellos así evitamos actuar contra ellos. Como humorista también me planteo hasta qué punto aporta y hasta qué punto no.

También hay un boom de la novela gráfica….

Sí, hay un pequeño auge del texto-imagen combinado en ese formato que ha sido un cómic de toda la vida, pero al que ahora se le llama novela gráfica porque se dirige más para los adultos y no solo para los niños. Ese boom tiene que ver con que es una manera de contar más directa y más sencilla. A su vez tiene el peligro de que esté funcionando bien porque nuestra generación, la mía y las posteriores, nos hayamos hecho tan adictos al audiovisual que nos cuesta cada vez más leer.

Dice Art Spielgman, el creador de Maus, que “el cómic puede convertirse en una especie de sucesor de la literatura en un contexto social cada vez más analfabeto”. Es interesante pensar en ello. Además creo que todas las cosas hay que ponerlas en cuestión. Es muy interesante ver desde la lejanía, con perspectiva, esas cosas que nos parecen muy guays.

¿Cómo es su forma de trabajo? ¿Qué técnica utiliza?

Supongo que como la de cualquier persona que cuente historias, las ideas salen del día a día, de charlas con amigos… Con el tiempo dejas que esas ideas reposen un poco, vuelves a ellas, ves cuáles te interesan más y las vas desarrollando.

Utilizo papel «normalucho», un lápiz, tinta china y un pincel. Luego, ya para colorear y maquetar los libros, lo hago en ordenador. El dibujo es un proceso más de toda la vida, a mano.

«Recuerdo flipar con los dibujos de Crumb cuando era un chaval»

Su estilo tiene un claro parecido con el Robert Crumb, ¿es uno de sus principales referentes?

Tengo muchos referentes, pero Robert Crumb, además de que me gusta mucho su dibujo y tengo mucha afinidad con él, ha sido una persona con la que me he ido educando a lo largo de los años. Recuerdo flipar con los dibujos de Crumb en una revista que tenía mi padre cuando era un chaval, un adolescente. Recuerdo también que en ese momento no entendía nada, pero me quedaba fascinado ante esos dibujos tan raros. Más adelante ya entendía las cosas, hacía unas primeras lecturas, después lo releía y ya captaba más matices.

A Robert Crumb le gusta mucho la música y a mí también me gusta mucho, de hecho, toco en un grupo. Él tiene todo un discurso en contra de la cultura industrial, de la cultura de masas, con la que yo conecto también bastante. Además, me gusta mucho la música tradicional, folclórica, de todos los países del mundo… Digamos que es uno de los artistas con el que más conecto.

También lo hago mucho con El Roto. Luego hay mucha gente que sin ser de tu cuerda te sirve de estímulo. Por ejemplo, David Lynch hace un trabajo con el que no tengo nada que ver y, sin embargo, es para mí un referente muy importante y me gusta mucho. Me estimula mucho su trabajo. Igual que los Hermanos Marx, los Monty Python y otros.

¿Ya tiene en mente un segundo libro?

Sí, de hecho, anterior a este tengo dos guiones bastante desarrollados. Ésta se ha adelantado porque fue una sugerencia de Mónica Carmona, la editora de Resevoir Books. Ella me sugirió hacer algo que hablara un poco de la situación actual y acabé sacando esta historia de una manera más improvisada. Ahora estoy buscando la manera de hacer otro libro de este estilo y subsistir durante el año y pico que te lleva crearlo.

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Lo que me está pasando
Miguel Brieva
Reservoir Books
Páginas: 112 euros
Precio: 18,90 euros