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«Una línea muy fina separa salud y enfermedad mental»

(La vida de Emilia Agostini, la piloto más joven de Chile, se derrumba cuando su padre muere en un accidente aéreo. El sueño que compartían era hacer el viaje mítico de Amelia Earhart, la piloto estadounidense cuyo avión desapareció misteriosamente en el mar en 1936. Tras la muerte de su padre, Emilia pierde la fe en sí misma e intenta suicidarse. Es así como llega a la Clínica de Las Flores, –»un lugar donde los chicos a quienes la vida ha puesto una prueba difícil pueden refugiarse». Allí encontrará no sólo la esperanza que había perdido, sino también la amistad de Gogo, un chico gay, de Clara, una joven poeta, y de Domi, una ex modelo que ha pasado por las drogas. Juntos intentarán salir de la oscuridad de sus sentimientos. Pero, sobre todo, encontrará el amor de Gabriel, un joven tan intrigante como atractivo que un día desaparece sin dejar rastro.

«Hace exactamente veintidós días, nueve horas y ocho minutos que desapareciste. Pero yo sé que estás ahí, en algún lugar, peleando con los fantasmas que saquean tu cabeza. Y aun cuando no puedo verte, no dejaré de buscarte. No dejaré que te esfumes como esas nubes que mirábamos juntos deshacerse en el cielo».)

Su novela, en el fondo, reflexiona sobre la enfermedad psiquiátrica en los jóvenes. ¿Qué mensaje transmite?

Más que una reflexión sobre la enfermedad mental, Llévame al cielo trata sobre el valor de la diferencia. Sus protagonistas son chicos que han tenido problemas y al encontrarse en la Clínica de las Flores potencian aquello que en el mundo de afuera era mirado con recelo. La depresión de Emilia, la genialidad descontrolada de Gabriel, la homosexualidad y adicciones de Gogo. Dentro de este lugar, paradójicamente, se sienten libres de ser quienes son, y es esa libertad, esa falta de juicio que sus compañeros tienen sobre ellos, los que les dará la fuerza para recuperar sus sueños. También me interesaba mostrar esa fina línea que separa lo que llamamos salud mental y enfermedad. Cualquiera, sin darse cuenta, puede encontrarse al otro lado. Uno de cada cinco jóvenes de hoy en el mundo, es decir un 20 por ciento, padece de algún tipo de disfuncionalidad psicólogica, siendo las más frecuentes la depresión, la bipolaridad y las adicciones.

¿Qué añadiría a lo dicho en la novela sobre el valor de la diferencia?

En el proceso de escritura de la novela tuve la oportunidad de conversar con chicos que estaban o habían tenido algún problema psicológico. Quería saber qué percepción tenían de ellos mismos, de su enfermedad, de su relación con el entorno. Además de las dificultades inherentes a sus problemas, hablaron de creatividad, dinamismo, flexibilidad, intuición y de su capacidad de asociar ideas de apariencia completamente disímiles. Como hace Gabriel, el enamorado de Emilia, la protagonista de la novela, cuando descubre que es tal vez en el continente perdido de Lemuria donde cayó el avión de la desaparecida aviadora estadounidense Amelia Earhart. Muchos dijeron también que esa constante conciencia de sí mismos y de sus problemas los hacía mucho más cómplices con los problemas de los demás. Me emocionó que en un mundo individualista, en el cual la empatía no tiene mayor valor, para ellos fuera algo fundamental. Y es eso lo que encuentran los cuatro amigos en Llévame al cielo. Chicos como ellos que se ayudarán mutuamente no sólo a palear sus males pero también a cumplir sus sueños.

Novela muy cinematográfica… ¿De forma premeditada?

Creo que de alguna forma todas mis novelas están construidas en torno a imágenes, a situaciones. La gran máxima que me guió en mis comienzos sigue siendo esencial: mostrar y no decir. Los personajes crecen y cambian en la medida que interactúan con los demás y con su mundo, y esta interacción tiene un componente visual importante. Y es así como el lector llega a conocerlos a través de sus diálogos, de sus reacciones, de sus sentimientos y pensamientos, no a través de un discurso cuidadosamente construido por el autor. Y en ese sentido sí, la novela marcha en escenas que son visuales y cinematográficas.

¿Cómo contempla la actual literatura sudamericana? ¿A quién deberíamos leer?

Hay una generación interesantísima de narradoras que han surgido con voces muy personales y fuertes, como Samantha Schweblin, Selva Almada, Paulina Flores o Valeria Luiselli. Cualquiera de ellas es absolutamente recomendable.

Llévame al cielo [1]
Carla Guelfenbein
Nube de tinta
256 p
15,95 euros