La pasión es un término absoluto, venerado. Mucho se ha escrito sobre ella. Textos inflamados por el calor de los más bajos instintos, tragedias desgarradoras sobre el frágil destino de los individuos que caen en la tentación… Quizá por eso, encontrar una obra que desmitifica la pasión y, alejándola de todo dramatismo, la reduce a términos ridículos resulta tan refrescante.

Precisamente esto es lo que se marca como objetivo el texto de Goldoni. Éste es una de las figuras por excelencia del teatro clásico italiano. Entre sus múltiples comedias, Los enamorados destaca como una de las más alegres. Actualmente es considerada una obra maestra, símbolo de la etapa de madurez de un autor consagrado.

Juego de máscaras

El amor aquí es el centro de todo. Y la mentira, un espejo en el que se refleja. Goldoni crea un divertido, refinado y poético juego acerca de la mentira, con el objetivo de dejar al descubierto la otra cara del amor.

Los actores se liberan de su máscara para dejar al descubierto su auténtico rostro, desvelando las pasiones más profundas del ser humano y las múltiples máscaras tras las que el ser humano se oculta en según qué etapas de la vida.

Goldoni tenía muy clara su perspectiva a la hora de llevar a las tablas el tormento del amor: «El amor sería el más tremendo flagelo en la tierra si hiciese a los amantes furibundos e infelices como lo son los dos protagonistas de mi comedia. He conocido estos modelos en Roma, he escuchado sus riñas, sus gritos, su desesperación: pañuelos desgarrados, espejos rotos, cuchillos desenvainados… Mis enamorados son exagerados, pero no por esto menos verdaderos. Nos reímos de ellos hoy para no reírnos de nosotros mañana».

Espacio cambiante

La versión que adapta y dirige Marco Carniti se caracteriza por un espacio escénico abstracto y poético donde domina el color rojo (rojo pasión, rojo ira), donde se deslizan siluetas que se reflejan y multiplican, cambiando continuamente las perspectivas del espacio, y donde los personajes se convierten en los espectadores de lo absurdo de su propio ridículo.

Una comedia de enredo donde todos se persiguen hasta el infinito, buscándose sin encontrarse. Una serie de sketches cómicos y veloces que se asemejan a la ópera bufa italiana, acercándose a un «teatro de la crueldad» que fue rompedor en su día y que únicamente en nuestros días es inteligible para el espectador.