La historia del pescador Jamil y la princesa Amirah sirve de inspiración a una ópera con coro infantil. Se podía haber ilustrado con música de nuestro tiempo, pero la responsable musical del proyecto pensó que era una gran oportunidad para reivindicar la música de Arriaga, un compositor al que ella admira hasta el delirio en su condición de violinista familiarizada con sus cuartetos. Y se monta una ópera-pasticcio de sus obras, añadiendo música tradicional árabe.

El propio Arriaga es el hilo conductor de esta propuesta que nos lleva al terreno del «realismo mágico». Los personajes son creaciones de la propia imaginación del joven, que es el que se imagina lo que le cuentan, bajo el prisma de lo onírico.

Magia y misterio

Es una obra llena de sorpresas que se desarrolla en un espacio doble: por un lado, el espacio real del Bilbao del siglo XIX, y por otro, el espacio del cuento sin tiempo ni lugar, sólo una referencia a una identidad, Arabia, y a un lugar o tres: el mar, un palacio y una isla.

La magia y el misterio se funden en un antiguo cuento popular árabe que narra la historia de un joven pescador que se dedicaba a vaguear. Su belleza y dulce voz son las mejores bazas para atrapar el corazón de una joven princesa.

A través del relato de su madre y de su profesor de violín, el joven Arriaga de 10 años conoce la historia de Jamil, el pescador de dulce voz y Amirah, la princesa que se enamora de él.
Con la promesa de que nunca le echará en cara su origen humilde, Jamil se casa con Amirah, pero al romper la princesa el pacto, él se condena a no hablar más, a callar su voz maravillosa.

Una autoinmolación producida por el dolor de la traición. La intransigencia acaba con la belleza. Él desaparece, ella le buscará. La historia va dando distintos pasos y tiene hasta tres finales, de los que sólo uno va a ser posible.

  • Horarios:

22, 23 y 24 de enero de 2014 (escolares), a las 11.00 horas
25 de enero de 2014 (familias), a las 18.00 horas

Juan Crisóstomo de Arriaga y Balzola

Nació en Bilbao el 27 de enero de 1806. Exactamente cincuenta años atrás había nacido el célebre Wolfgang Amadeus Mozart con el cual se compara frecuentemente al músico vasco por su precocidad, su facilidad compositiva y genio; no en vano ha recibido el calificativo de ‘Mozart español’. La infancia de Arriaga responde a un contexto de la burguesía emergente: su padre, escribano y comerciante, con muchos contactos en Francia, le da una educación esmerada.

El niño recibe sus primeras lecciones de música muy pronto y enseguida asiste a las veladas culturales de la Villa. Pronto se traslada a París para progresar en su conocimiento de la música (en esa época ya había escrito varias partituras). En la capital francesa estudia con Fétis, quien sólo tiene elogios para él, y Cherubini, director de la Escuela de Música, que se muestra algo más escéptico y que a veces incluso le reclama que trabaje más.

No se sabe mucho de su estancia en París: se conocen las obras escritas, el segundo premio del concurso de contrapunto y fuga, su breve presencia en algunos salones de los que reúnen a la crema de la intelectualidad y el mundo artístico europeo, su relación con el pianista riojano Pedro Albéniz, el cantante Manuel García y un bilbaíno pudiente, Cirilo Pérez de Nenín, que está asentado en aquella capital.

Así se cuenta en varias de las cartas que el padre del joven genio recibe en aquellos días de dolor. El muchacho agoniza y su familia, por razones que no se conocen, no está en París para acompañarle en el trance. Muere el 16 de enero (quizá el 17) de 1826, por tuberculosis, cuando aún no había cumplido los 20 años.