El viento que no vemos incluye cinco esculturas de gran tamaño y tres más pequeñas de Chillida. Tierra, hierro, arenisca y alabastro conforman unas obras realizadas por el artista en las dos últimas décadas de su trayectoria, un periodo en el que se puede observar a un escultor más pausado, aunque también mucho más seguro y sólido, que contrasta con la rebeldía de su juventud.

Ante los ojos de Ignacio Chillida, comisario e hijo del escultor, se presentó un espacio abierto, diáfano y único que le ofrecía múltiples posibilidades, la Nave 2 de esta bodega centenaria. Para ella ha pensado una exposición pequeña y delicada en la que se enseñan las obras de un modo muy especial, tanto por la colocación de estas como por el juego que hay entre luces y sombras. Una iluminación íntima que invita al visitante a relajarse. «Transmite mucha paz. Cuando vienes a una bodega o cuando tomas un vino lo que quieres es ese momento de descanso. No lo describiría como olvidarse de todo, pero buscas llegar a un estado diferente. Es lo que te proporciona una gran comida, un gran vino y, por supuesto, el arte», explica Víctor Urrutia, consejero delegado de CVNE.

Naturaleza

Las obras pertenecen a la familia Chillida-Belzunce y ofrecen al visitante una interacción continua, ya que se pueden rodear y disfrutar por separado y en conjunto. Una interacción que también tienen con la bodega, el vino y la naturaleza, ya que el escultor donostiarra tenía una gran fascinación por el mundo natural, y de ahí el título de la muestra, El viento que no vemos, que ha sido extraído de uno de los aforismos de Chillida.

La pieza alrededor de la cual gira toda la muestra se encuentra situada en el muro final de la nave, incrustada en la pared. Esta arenisca de forma cruciforme, una de las esculturas más singulares del artista y que se expone por primera vez en público, labrada por Chillida en el molino de Los Vados en Burgos, de donde procede «Este molino fue expropiado a la familia para construir un pantano y antes de que lo destruyeran sacamos las puertas de madera que había hecho mi padre y esta escultura que se encontraba encastrada bajo una ventana», recuerda el comisario. «Cuando vi la nave y la pared final me vino a la mente esa arenisca».

Otras esculturas presentes en la exposición son Escuchando la piedra III o Lo profundo es el aire XVIII y XIX, tres bloques macizos en los que Chillida perfora la piedra hacia el interior, ideando laberintos y accediendo al corazón de la roca. Además, el visitante podrá disfrutar también de Homenaje a Cioran, Homenaje a la arquitectura II, Lurra 94 y Zuhaitz VI.