Afincado en España durante las cuatro últimas décadas de su vida, Schlosser puede enmarcarse dentro del land art, puesto que su principal de inspiración es la naturaleza. La matemática y el ritmo del entorno natural son las coordenadas de las que se sirve para componer sus obras.

Adolfo Schlosser. Sin título, 2000. Tinta china sobre papel

Adolfo Schlosser. Sin título, 2000. Tinta china sobre papel.

En las obras de esta muestra hay claras referencias a la naturaleza en el uso de materiales como algas, piedras, ramas de árboles, cera natural, hilo de tela de araña, etc.

Adolfo Schlosser estudió Escultura en la Academia de Artes Aplicadas de Graz y, entre 1957 y 1959, se formó en pintura en la Academia de Bellas Artes de Viena.

Tras un periodo de cuatro años en Islandia, en donde alterna las labores de pescador a bordo de un ballenero con las de escritor, regresa a Viena. Es entonces cuando inicia la práctica de hörspiel (juegos audibles) y, ya entrados los años 60, elabora sus primeros trabajos escultóricos.

A mediados de los 60 deja Viena y se traslada a Madrid, junto a la también escultora Eva Lootz. Desde entonces vive y trabaja en la localidad madrileña de Bustarviejo hasta su muerte en 2004. En la capital entra en contacto con la Galería Buades, donde encuentra el ambiente propicio para el desarrollo de sus ideas artísticas. Es también este círculo madrileño donde funda la revista Humo, con Juan Navarro Baldeweg, Eva Lootz y Patricio Bulnes.

En 1991 recibe el Premio Nacional de Artes Plásticas, reconociéndose así el importante papel desarrollado con su obra dentro del panorama escultórico español.