Solano crea espacios simbólicos de formas abstractas, inspirándose en la naturaleza, en el entorno, en la memoria, y que, utilizando materiales tan diversos como el hierro, el acero, el mimbre, el aluminio, el PVC, el vidrio, el cordel o el tejido metálico, induce a observarlas y a tomar partido. Partiendo de experiencias propias plantea interrogantes en torno al ser humano y a la relación de éste con su hábitat.

La escultora inició su carrera artística en los ochenta, coincidiendo con unos años en los que Josep Suñol engrosó notablemente su Colección. En esa época, la relación de Suñol con creadores locales fue muy estrecha, y artistas como Solano, que pronto saltó a la escena internacional, llamaron su atención desde el principio. Algunas de sus obras presentes en la Colección se pueden ver en esta exposición e ilustran, junto con otras, el relato expositivo y ofrecen una exhaustiva visión de los rasgos que definen estilística y conceptualmente la obra de la artista.

Arquitecturas de la naturaleza

Buena parte de la producción de Solano está formada por arquitecturas de la naturaleza –cavidades, receptáculos, depósitos, colinas, etc.– que exploran los márgenes, los espacios limítrofes entre lo que se ve –el exterior– y lo que queda oculto –el interior. Es en este contexto que el concepto de epidermis adquiere todo su sentido, dado que ocupa el espacio que separa lo endógeno de lo exógeno. La cobertura es parte fundamental de las obras, porque hace de contenedor y de escaparate de un núcleo menos visible de igual o mayor significación, motivo que justifica la riqueza de materiales utilizados por la artista.

Vuelo rasante hace alusión a la horizontalidad de las 15 piezas de gran formato, creadas entre 1988 y 2011, que se muestran en la exposición y que se despliegan por las salas, a ras de suelo. La horizontalidad es una característica presente en muchas obras –la mayoría de las seleccionadas para esta exposición–, que permite a la artista expandir el campo de lo visible y dirigir la mirada más allá de sus límites. Las piezas prácticamente se fusionan con el suelo, haciendo desaparecer la distancia entre lo terrenal y lo simbólico, como si su presencia se integrara esencialmente con el espacio.

La selección se completa con unas esculturas pequeñas, una serie de fotografías de 1996, un vídeo proyectado en pantalla doble de 2003 y tres dibujos.

Susana Solano estudió en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, donde también impartió clases. Ha participado en certámenes internacionales como la Documenta de Kassel 8 y IX (1987 y 1992), la XIX Bienal de São Paulo (1987), el Skulptur Projekte en Münster (1987), la Bienal de Venecia (1988 y 1993) y la Carnegie Internacional de Pittsburgh (1988). Fue galardonada con el Special Prize, otorgado por el Utsukushi-Ga-Hara Open-Air Museum, en Tokio (1985), y con el Premio Nacional de Artes Plásticas (1988). En 1996 recibió el premio CEOE a las Artes y en 2011, el premio Tomás Francisco Prieto de la Real Casa de la Moneda. Por otro lado ha colaborado en diferentes ocasiones con arquitectos para proyectos de exterior: José Acebillo, Ignacio Linazasoro, Hans Hollein, Ignasi Sánchez Domènech, Rafael Moneo, Francisco Torres, Javier Romero y Guillermo Vázquez Consuegra.