La mayor parte de estos paisajes fueron pintados entre 1895 y 1903. En este periodo de su vida, Picasso descubrió una ciudad moderna que se abría camino hacia Europa y donde lo antiguo perduraba como signo de la historia.

Los paisajes son también la constatación de la evolución creativa del artista malagueño: del aprendizaje a la vinculación con la vanguardia artística y a la consolidación de su primer estilo personal. En 1917 vuelve a pintar la ciudad y la muestra a través de un lenguaje vanguardista.

Estas obras se presentan junto a documentos fotográficos que en su mayoría identifican las escenas representadas, provenientes de fondos fotográficos de la ciudad: Arxiu Fotogràfic de Barcelona, Arxiu Fotogràfic Centre Excursionista de Catalunya, Fundació Institut Amatller d’Art Hispànic y Arxiu Mas.

La muestra se divide en cinco secciones que recorren la ciudad condal: Litoral, Barcelona patrimonial, Barcelona moderna, Azoteas y Desde la ventana.

Litoral

Al llegar a Barcelona, los Ruiz Picasso se instalan cerca del puerto. El mar aparece de forma natural en los dibujos y las pinturas del artista, básicamente de 1895 a 1899.

En su recorrido pictórico, Picasso bordea el litoral desde la montaña de Montjuïc, pasando por el puerto, la fachada marítima del barrio de la Barceloneta hasta el rompeolas, para continuar hacia la playa con las fábricas del Poblenou al fondo y hasta llegar a la Sierra de la Marina.

Estos paisajes son ejercicios artísticos libres en los que practica la perspectiva, el tratamiento de la luz, la pincelada y las gradaciones cromáticas.

Barcelona patrimonial

La Barcelona patrimonial convive con la Barcelona moderna. Picasso elabora unos paisajes de lugares emblemáticos, edificios patrimoniales de arquitectura religiosa de Ciutat Vella.

Su mirada se detiene en los claustros de dos edificios religiosos: el románico de Sant Pau del Camp y el gótico de la catedral. Del primero se fija en los singulares arcos polilobulados. Del segundo le interesa la puerta de estilo gótico flamígero, que lo comunica con la capilla de Santa Llúcia, y el contrafuerte gótico del estanque de las ocas.

La ciudad moderna

En el último tercio del siglo XIX, Barcelona experimenta cambios importantes, como la construcción del Parque de la Ciudadela, donde tuvo lugar la Exposición Universal de 1888. Además se teje la reforma urbanística del Eixample, el litoral marítimo se urbaniza y se sanea el núcleo urbano.

La Barcelona moderna deja huella en el espacio urbano en algunos edificios como las Casas d’en Xifré. Situadas cerca del domicilio de Picasso, disponen de modernos depósitos de agua en la azotea, los primeros de la ciudad.

Picasso también va a menudo al Parque de la Ciudadela, de construcción reciente. Dentro del parque, en la zona donde se había desplegado la Exposición, hay todavía vestigios de elementos creados para la muestra, que el artista dibuja.

Azoteas

En la obra de Picasso, como en la de otros artistas catalanes, surge una Barcelona singular: la Barcelona de las azoteas. Picasso elabora paisajes de las azoteas del entorno cercano. Son vistas de una Barcelona elevada que, en algunos casos, se convierten en skylines identificadores de la ciudad.

La riqueza constructiva contrasta con la ausencia de la figura humana, todavía más cuando, desde finales del siglo XVIII, las azoteas aportaron un nuevo espacio de usos y prácticas a la ciudad.

El artista practica la perspectiva y juega con los contrastes luz-sombra provocados, a menudo, por evocadores plenilunios. El resultado es una amalgama de formas geométricas.

Desde la ventana

Entre 1899 y 1900, Picasso reproduce los paisajes que veía desde su taller. La ventana o sus equivalentes (balcón, puerta) se convierten en punto de comunicación entre dos espacios: el interior y el exterior. A través de estos elementos crea perspectivas, básicamente frontales y descendientes, y elabora formas y ritmos.

El uso de este recurso se remonta al siglo XV, cuando varias teorías fundamentan la invención de un nuevo sistema de representación que permite transcribir un objeto sobre un plano de proyección mediante la perspectiva lineal. En 1908, Picasso y Braque dinamitan estos postulados centenarios con el cubismo.

La Barcelona desde la ventana de Picasso es, mayoritariamente, una ciudad mirada con perspectiva clásica, menos en el último que pintó, El paseo de Colón (1917). Este paisaje, donado por el artista a Barcelona en 1970, se convierte en la mirada vanguardista a la ciudad que le abrió las puertas a la modernidad.