Javier desempolva los enigmas de la amistad entre su abuelo Lázaro Cedillo y Saturio Soriano al entrevistar a este último antes de su muerte para su trabajo periodístico sobre la educación durante el franquismo. Las palabras de Saturio y las de su viuda Segunda harán al periodista desentrañar su pasado, buscar la verdad, ir y venir en el tiempo, y evocar los recuerdos silenciados de sus protagonistas, también en nuestra memoria.

El valle de los cautivos. Foto: Antonio Castro

El valle de los cautivos. Foto: Antonio Castro.

El admirable trabajo de Sato Díaz y Fernando Escudero, quienes sustentan la mayor carga dramática de la obra, nos hace cómplices de la fraternal amistad de Saturio y Lázaro, víctimas del trabajo forzado en Cuelgamuros.

Una relación que va más allá de la fría y angosta celda que los une, en la que se aferran a la vida apropiándose de las esperanzas, los sueños y el saber que nadie podrá arrebatarles. Son ellos quienes nos muestran las heridas de la represión franquista, haciendo alegato de la superación y la resistencia.

Pese a la dureza de la historia, que se intensifica con la entrada en escena de Fran Cantos, impecable en la personificación del abuso del poder, El Valle de los Cautivos también nos brinda momentos de humor. Además de las risas compartidas entre Saturio y Lázaro cabe resaltar el papel de Noelia Tejerina en su papel de madre del periodista.

La dirección creativa de Vidal y la fuerza sobrecogedora de la obra hacen formar parte de una dialéctica entre espacios, significaciones y dimensiones de la conciencia que amplía las posibilidades de lo que comúnmente consiguen los relatos de memoria histórica.

Las transiciones de tiempo y espacio, a través de recursos de estatismo, movimiento y cambios de luces, en un escenario sin decorado, consiguen la total inmersión del espectador en la historia.

Una obra muy recomendable, además de por su excelente reparto, por su grandeza realista y simbólica, sus valores universales y locales, y la doble lectura del terror y la esperanza.


“Hombres y mujeres que han transmitido su voz silenciada en la sangre, sangre de la que somos herederos. Porque fueron nuestros padres, nuestros abuelos, nosotros mismos… los que crecimos con sus silencios”.

Pedro Martín Cedillo

 

  • Días 3, 10, 17, 24 y 31 de octubre / 9, 16, 23 y 30 de noviembre: los viernes a las 20.30 h y los domingos a las 19.30.