St. Vincent vuelve a la carga con un álbum homónimo en el que sigue ampliando la brecha que le separa de las autoras de pop convencional. Encaramada en ese batiburrillo de referencias en el que cabe el funk sintético, las bases electrónicas, las guitarras destempladas y el encanto de las nanas retrofuturistas, la neoyorquina, ex de The Polyphonic Spree, da un paso al frente y se postula como gran reina del pop extravagante y deliciosamente perverso.