Entremeses. Foto Andrés de Gabriel3Entremeses fue fruto de un largo proceso de formación e investigación con una serie de jóvenes actores. Tras dos periodos de exhibición en La Abadía realizó una extensa gira que incluyó varios teatros en el extranjero (en Alemania, Francia, Italia, México y Polonia), sumando un total de 232 funciones y varios galardones, entre los que se encuentra el Premio Ercilla a la Mejor Creación Dramática 1996 o el Premio de la Crítica de Valencia al mejor Espectáculo 1997.

La Abadía recuperó los Entremeses, que volvieron a cobrar vida en estas tres célebres historias cómicas, situadas en un ámbito rural, sobre amores, deseos, engaños, celos y astucia. Forman el reparto Eduardo Aguirre de Cárcer, Diana Bernedo, Julio Cortázar, Miguel Cubero, Palmira Ferrer, Elisabet Gelabert, Javier Lara, Luis Moreno, Inma Nieto y José Luis Torrijo.

Cornudos y pícaros

Entremeses. Foto Andrés de Gabriel2La cueva de Salamanca. Cervantes critica la superstición y la falta de confianza a través del humor, con Pancracio, un marido cornudo; su mujer, Leonarda; y el estudiante con que lo engaña ésta. Esto es posible en parte gracias a la desmedida afición de Pancracio por las artes ocultas y por su falta de juicio. Por esto, en la obra se advierte que él es también culpable de los engaños de su esposa.

El viejo celoso. Dramatiza la trama de la novela ejemplar El celoso extremeño. Cañizares, viejo desposado con una mujer joven, está dominado por la pasión de los celos, monstruosamente sentida. Su esposa, que vive encerrada bajo siete llaves, maldiciendo a su marido y el momento en que se dejó casar, le engañará en la primera ocasión que se le presente. La escena del engaño de este célebre entremés es una de las más irónicas del teatro de la España del siglo XVII y sucede ante el esposo cornudo.

El retablo de las maravillas. Está protagonizado por dos pícaros que presentan ante una aldea un retablo muy especial: sus imágenes sólo pueden ser vistas por los hijos de «sangre pura», no por hijos bastardos o descendentes de moros o judíos. Así Cervantes se burla de los estatutos de limpieza de sangre de la época.

Entremeses. Foto Andrés de Gabriel