A pesar de ser uno de los pintores más admirados de todos los tiempos, hasta ahora ninguna exposición monográfica había mostrado en Francia el talento de aquel al que Manet calificó como «pintor de los pintores». El escaso número de sus obras que se conservan (poco más de un centenar) y su concentración en el Museo del Prado hacen que la organización de una retrospectiva sea especialmente difícil.

La exposición pretende presentar un panorama completo de la obra de Diego Velázquez, desde sus inicios en Sevilla hasta sus últimos años, y la influencia que su arte ejerce en sus contemporáneos. También presenta los principales interrogantes y descubrimientos realizados durante los últimos años en torno a su figura, exponiendo obras descubiertas recientemente, como La educación de la Virgen (New Haven, Yale Art Gallery) o el Retrato del inquisidor Sebastián de Huerta (colección privada).

Toda su trayectoria

Diego Velázquez, Autorretrato, Museo de Bellas Artes, Valencia, © Museo de Bellas Artes, Valencia.

Diego Velázquez, Autorretrato, Museo de Bellas Artes, Valencia, © Museo de Bellas Artes, Valencia.

La muestra, comisariada por Guillaume Kientz, conservador del Departamento de Pintura del Museo del Louvre, revisa cronológicamente la trayectoria de Velázquez. Una primera sección se centra en evocar el clima artístico de Andalucía a principios del siglo XVII, poniendo en perspectiva las primeras obras de Velázquez y emulando el taller de Pacheco con pinturas y esculturas de Alonso Cano y Juan Martínez Montañés. A continuación llega el momento de abordar la vena naturalista y picaresca de la pintura de Velázquez en torno a escenas de cocina y bodegón, insistiendo especialmente en los conceptos de variación y declinación de los motivos.

En torno a 1620, el estilo del pintor evoluciona hacia un caravaggismo más franco. Este periodo corresponde a los primeros contactos del artista con Madrid y la pintura que allí se encuentra y se produce. Esta parte de la exposición, que enlaza la transición entre los años de formación en Sevilla y la primera época madrileña, presenta las obras del pintor entre las de sus contemporáneos, españoles e italianos, que compartieron esta adhesión a una pintura más ‘moderna’. Finalmente, los inicios del pintor en la corte ven evolucionar su concepción del retrato, pasando de un naturalismo efervescente a formas más frías y solemnes acordes con la tradición del retrato de corte español.

Viaje a Italia

El primer viaje a Italia del artista, momento crucial de su arte y de su carrera, se ilustra mediante obras que podría haber realizado en Roma o justo después de su regreso (Vista del jardín de la Villa Médicis). Asimismo, estas obras de arte de su primera madurez ofrecen la oportunidad de abordar un aspecto poco explorado de su obra: el paisaje. Motivado por el ejemplo de Rubens, Velázquez confiere un aire de frescura y libertad a los segundos planos de sus retratos en exteriores realizados para las distintas residencias reales.

La parte central de esta segunda sección está dedicada a la figura de Baltasar Carlos. Hijo venerado y heredero esperado de la Corona, encarna todas las esperanzas dinásticas de los Habsburgo de España en el momento en que el reino de Felipe IV está en su apogeo. A medio recorrido, la exposición hace un alto en la pintura mitológica, sagrada y profana de Velázquez, en la que la Venus del espejo constituye el punto culminante.

Las últimas ascuas

La tercera y última parte está dedicada al último decenio del pintor y a su influencia en los denominados velazqueños. Esta sección consagra ampliamente la importancia del pintor como retratista, en la Corte de Madrid en un primer momento, y más tarde en Roma en torno al papa Inocencio X, con motivo de su segundo viaje a Italia. En esta ocasión se aludirá a dos importantes colaboradores que permanecieron a la sombra del maestro: el italiano Pietro Martire Neri y Juan de Pareja, liberto y asistente del pintor.

Finalmente, se presentan los últimos retratos reales realizados por el maestro, frente a los de su yerno y más fiel discípulo, Juan Bautista Martínez del Mazo. Una sala dedicada a este último es testimonio de las últimas ascuas del estilo de Velázquez, en torno al cuadro de La familia del pintor de Viena y la versión reducida de las Meninas de Kingston Lacy, antes de que se ejercieran otras influencias, especialmente la de Van Dyck, en los pintores de la siguiente generación (entre los que Carreño de Miranda destaca por ser el más virtuoso), nos proporciona las últimas e impresionantes imágenes de los Habsburgo de España.

Esta gran exposición ha sido coproducida por la Réunion des musées nationaux – Grand Palais y el musée du Louvre, en colaboración con el Kunsthistorisches Museum de Viena, donde se presentó en un formato reducido del 28 de octubre de 2014 al 15 de febrero de 2015.

Préstamos

Diego Velázquez, Balthasar Carlos et son nain, Museum of Fine Arts, Boston, © Museum of Fine Arts, Boston.

Diego Velázquez, Balthasar Carlos et son nain, Museum of Fine Arts, Boston, © Museum of Fine Arts, Boston.

El Museo del Prado ha cedido para la ocasión siete lienzos excepcionales, entre ellos La fragua de Vulcano y el Retrato del Príncipe Baltasar Carlos a caballo. Patrimonio Nacional ha prestado dos: La túnica de José, que suele mostrarse en El Escorial, y el Caballo blanco de la colección del Palacio Real.

El Hospital de los Venerables de Sevilla ha cedido dos obras. Por su parte, el Museo de Orihuela ha prestado La Tentación de Santo Tomás. Además, la Galleria Doria Pamphili de Roma ha mandado su célebre Retrato de Inocencio X, que en la exposición aparece  junto a un modelo atribuido al taller del pintor, y también está la Venus del espejo (Londres, National Gallery), dos iconos universales de la historia del arte.