Beethoven invirtió en Fidelio muchísimo tiempo y esfuerzo. No conseguía estar satisfecho con el resultado y de ahí, por ejemplo, que escribiera cuatro oberturas diferentes. La ópera cuenta cómo Leonora, disfrazada de hombre, se hace pasar por un guardia de prisión llamado Fidelio y así consigue salvar a su marido Florestan, condenado a muerte por razones políticas. Está inspirada en un hecho real ocurrido en Francia durante el periodo del Terror, aunque el libreto de Jean-Nicolas Bouilly traslada la acción a España.

Para Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, es una pieza fundamental en la que Beethoven bebe de dos fuentes diferentes. Por un lado, del género alemán del momento, el singspiel u ópera popular, en la que las formas musicales son más simples y las arias menos complejas, y por otro lado, de las piezas ‘de salvamento’ que contienen un acto heroico en el que alguien es liberado. «La obra evoluciona y así acaba siendo una explosión romántica, un canto a la libertad y algo que para la época era lo más progresista que se podía ser», explica el director artístico.

Inicio del Romanticismo

Hartmut Haenchen, especialista en repertorio alemán y encargado de dirigir a la Orquesta y al Coro Titular del Real, afirma que Fidelio es una ópera clave en la historia de la música porque ha ejercido una notable influencia en los compositores posteriores y «posiblemente no conoceríamos sin ella el Wagner que hoy tanto apreciamos». Así, para él estamos ante una obra en la que confluye todo lo que compositivamente se había dado hasta ese momento con algunos adelantos de lo que está por llegar. Es una ópera cómica y a la vez melodramática que contiene a su vez oratorio sinfónico.

«Beethoven siempre parte de lo instrumental y por ello es un desafío para los instrumentistas y para el coro. Es un enorme reto además para el director musical. En ella se marca el camino al romanticismo con una serie de cambios y transiciones en los tiempos, y a modo personal diré que desde 1981 no la he vuelto a dirigir. Me prometí que no volvería a hacerlo porque es una pieza muy difícil de interpretar», explica.

Haenchen ha trabajado con la última versión de Beethoven, que ha sido publicada recientemente. En ella confluye el último deseo del compositor. Sin embargo, el maestro ha detectado errores incluso en esta publicación al trabajar, además, con el manuscrito original, ya que está en internet y puede consultarse: «Los manuscritos de Beethoven son muy difíciles de leer y la escritura del compositor alemán es una auténtica catástrofe, así que no es de extrañar que haya sucedido algo así».

Cómo abordar la falta de temporalidad ante la llegada del acto final es una de las grandes preguntas en torno a esta ópera. Como no hay una continuidad en ella, lo tradicional viene siendo tocar la Obertura nº 3 de Leonore, pero «Beethoven no la compuso para que fuera interpretada antes de la escena final» y Haenchen cree que sería más conveniente colocar un resumen musical de lo que se ha estado escuchando. Finalmente, para ese cuarto de hora antes del final –necesario para cambiar la escena–, el maestro ha escogido una obra compuesta también por Beethoven que, «aunque no fue creada para ser interpretada en ese lugar», le ha parecido una solución satisfactoria. Se trata de un fragmento de la Quinta Sinfonía, «que como esta ópera, también va de la oscuridad a la luz», explica.

Ambigüedad e inquietud

Pier’Alli es el responsable, además de la dirección de escena, de los figurines, escenografía e iluminación de Fidelio, su debut en el teatro madrileño. Para él, «el itinerario de esta ópera es muy complejo. Empieza con una comedia de equívocos y luego va trazando un camino hasta transformarse en algo más dramático. Es al final cuando retorna a la luz de una forma metafórica y tiene algo de gran conquista del espíritu».

Además, para él, esta trayectoria (incluida la parte de la comedia) tiene bastante ambigüedad y por eso ha querido que la escenografía fuera ambigüa e inquieta a la vez. «Está llena de elementos de tortura con los que se conviven con cotidianiedad. Sin embargo hay tres elementos que rompen la sensación de lo cotidiano: el cuarteto en el que Leonore explica por qué se ha vestido de hombre, el aria de Rocco –que es el aria del dinero–, y el terceto».

Después de este ambiente de comedia, en el segundo acto, lo inhumano es ese prisionero. «Él es el emblema de la humanidad. Viene del dolor y a través de él puede el hombre conquistar la libertad. El contenido filosófico llega a través de la música porque al final quien vence todo es la música», afirma.

La ópera de Beethoven realiza así un doble trayecto. El trayecto del amor, el de Leonore, por un lado; y el de la razón, el mensaje de quien viene a redimir la fortaleza, por otro. El primero tiene un elemento espiritual y el segundo uno laico. «Cuando suena la trompeta esos dos trayectos se unen. Es un final sin cadenas, un elogio a la libertad más allá de la contradicción que nos ha llevado hasta allí».

  • En relación a Fidelio se han organizado dos actividades paralelas. Una de ellás será en el Museo Nacional del Romanticismo, que acogerá la conferencia de Joaquín Turina Beethoven en el Madrid romántico, el 28 de mayo a las 19.00 h. Otra será en el ciclo Los domingos de cámara, en el que solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real interpretarán un programa dedicado íntegramente al compositor alemán, el 7 de junio a las 12.00 h, en la sala principal del Teatro.