Pintor que escribe o escritor que pinta, Arroyo no se atrevió a decantarse por una u otra definición, «son mis dos obsesiones y las dos me definen»,  en el curso de la presentación de la exposición La oficina de San Jerónimo, en un acto en el que le acompañaron César Antonio Molina, director de la Casa del Lector, y Fabianne di Rocco, quien señaló que esta muestra hace de Casa del Lector una casa de papel y lienzo, «una biblioteca de Babel de movedizas estanterías tambaleándose bajo el peso de unos volúmenes que nos dan la contraseña y el pasaporte de la vida». «No se trata de ilustrar a lo sabihondo: lo que estas metamorfosis narrativas enfatizan para el visitante es el intercambio denso y constante entre la obra pictórica y la obra literaria», añadió.

Siete capítulos

La muestra está organizada en siete capítulos y se abre entre interrogantes: ¿Qué otra cosa es leer sino un permanente ejercicio de exégesis y de traducción, explicación y clarificación? ¿Llevar lo que crea el autor a lo que crea y completa al lector en un permanente e inacabable juego de espejos?

I. San Jerónimo. Apartado del mundo pero con un apabullante conocimiento de las lenguas, San Jerónimo se nutre del texto que traduce al latín, que no es otro que la Biblia. Así se introduce la primera sala de la exposición que integra 17 retratos del santo lector, procedentes de colecciones privadas y públicas francesas y españolas, incluyendo el Museo de Prado, que presta cuadros pintados por Guido Reni, Esteban Murillo o, entre otros,  Diego Polo.

II. Una pasión en el desierto. 13 lienzos pintados en 1965 por Gilles Aillaud, Eduardo Arroyo y Antonio Recalcati a partir de la novela corta de Balzac Une passion dans le désert.

III. Estilita. Siria, no muy lejos de Alepo. Allí oró San Simeón el Estilita. Allí lanzó su palabra en el desierto. Fue por pocos años contemporáneo de San Jerónimo. Se subió a una columna de veinte metros de altura y no se bajó en varias décadas desafiando el principio de la gravedad y manteniendo en silencio su corazón. A su vez, San Jerónimo desafió el sentido de las palabras, ambos estilitas. Ambos funambulistas.

Esta sala, inspirada en Simeón, es una instalación en la que a lo largo de los meses de la exposición algunos poetas (famosos, anónimos, improvisados) recitarán los textos que habrán elegido para la ocasión. En esta misma sala se puede ver un cuadro pintado colectivamente en 1969, titulado La Datcha, y 150 fotografías, la mayoría en blanco y negro, que presentan en su mayoría a unos oradores montados en un soporte de mayor o menor altura, y se presentará en una pantalla colocada en el suelo el cortometraje de Ramón Gómez de la Serna El orador o la mano.

IV. Reúne a tres pintores españoles: Rafael Cidoncha, Carlos García-Alix y Sergio Sanz. La pintura figurativa mezclada con la literatura estará presente en las tres salas.

V. Permite descubrir a cuatro pintores franceses que simbolizan para los comisarios la independencia, la indiferencia ante las reglas y las corrientes así como el apego a una pintura narrativa y singular: Alfred Courmes, Jules Lefranc, Pierre Roy y Clovis Trouille.

Como se recuerda en uno de los paneles de la muestra: «Los cuatro vivieron intensamente la crisis de 1929. Ninguno dejó que se pusieran trabas a su total libertad de enfoque. Tuvieron en común el sentido de la amistad, de las afinidades profundas, de las audacias fecundas. El mismo placer, incluso la misma rabia por pintar. El mismo carácter individualista y el mismo gusto por una figuración escrupulosa apoyada en un profundo respeto por el oficio de pintar».

VI. El retrato de Dorian Gray, película de Albert Lewin de 1945, adaptación de la novela epónima de Oscar Wilde a quien se dedica un homenaje especial. Se hace hincapié en el trabajo y la personalidad del actor George Sanders.

VII. Literatura imposible.

Este último capítulo constituye un homenaje a los editores; se presentan un centenar de libros de lectura ardua, obras procedentes del Oulipo (Obrador de literatura potencial), obras letristas o desprovistas de ilustración. Caligrafías “imposibles” rodearán a estos libros. La aparente incoherencia del conjunto constituye precisamente la base de la coherencia ya que todas las piezas comparten haber sido consideradas como libros (incluido un libro-lámpara) por sus autores.