Händel es famoso por su dificultad. Sus óperas, una sucesión de arias y recitativos, se tenían por aburridas y, por ello, nadie ponía al alemán en escena. No fue hasta la pasada década de los sesenta que la sociedad musical abrió los ojos. «Händel tiene una complejidad dramática que supera a Mozart», declara sin tapujos Alden.

De las 42 óperas que llegó a componer Händel, Alcina, que fue estrenada en 1735 en el Covent Garden de Londres, está considerada como una de las más logradas en la caracterización de los personajes y en la expresión de sus emociones. Su dramaturgia moderna, sus inspiradas melodías y su brillante orquestación justifican la creciente presencia de esta obra en la programación de teatros y festivales de todo el mundo desde su citado «redescubrimiento» en los sesenta.

En Alcina, Händel recurre por tercera vez al poema épico Orlando furioso, de Ludovico Ariosto, para retratar las emociones y las pasiones humanas con la libertad que le otorga el mundo alegórico, fantástico y sobrenatural del poeta italiano.

Mujeres poderosas

En su concepción escénica de esta obra, David Alden, se inspira en la citada película de Allen para rendir homenaje al teatro como paraíso, como válvula de escape. «Me encanta Woody Allen. ¿A quién no?», ríe Alden al reconocer la película que inspiró parte de su visión de la ópera de Händel.

Alden destaca lo bien perfilados psicológicamente que están los personajes de la obra, una de esas «óperas mágicas» que el compositor alemán escribió sobre hechiceras, mujeres poderosas a cuya merced se encuentran los hombres. En este caso asistimos a la historia de Ruggiero, un hombre que, aburrido de la vida rutinaria que su simpática novia Bradamante le ofrece, escapa al teatro, donde descubre a Alcina, que lo embruja con su voz.

Destaca el director de Escena que su versión se aleja del final feliz de la original, añadiendo un poso de melancolía al revelar que Ruggiero, liberado del encantamiento de Alcina, no puede evitar seguir pensando en la hechicera y en los días felices que vivieron juntos en ese paraíso poblado de bestias medio humanas, medio animales.

Reto orquestal

Christopher Moulds, director musical, habla del reto que supone para la Orquesta Titular del Teatro Real abordar esta pieza de Händel. Su propuesta de acercamiento tiene en cuenta el bagaje del conjunto del teatro. «Se trata de que cuando la orquesta aborda esta obra barroca la enriquecen con su experiencia en otros estilos», además de dejar claro que «no es necesario trabajar con instrumentos de época para aproximarse a la pieza, a su espíritu».

El propio Moulds narra el contexto en que Händel escribió Alcina, un momento en que otro teatro le acababa de «robar» a sus actores. Para contraatacar, el alemán volcó en la nueva ópera que estaba preparando todo lo que se le ocurrió. El resultado se tradujo en representaciones durante tres temporadas seguidas en el Covent Garden londinense. Todo un éxito.

«Alcina ha sido lo bastante importante como para que, incluso cuando Händel era desconocido, se reivindicara», declara Joan Matabosch, director artístico del Real, que añade que «hay que leer el código de Händel para llegar a su esencia».

Diez representaciones tendrán lugar en el hogar de la ópera de Madrid: 27, 30 y 31 de octubre y 1, 2, 3, 4, 6, 8 y 10 de noviembre. El espectáculo y la espectacularidad están garantizados. Sólo queda ver si el éxito de su estreno allá por 1735 se repetirá, allanando el terreno para un deseo que Alden formula con una sonrisa burlona: una ópera de Händel por temporada en el Real.