La comisaria granadina Regina Pérez Castillo ha conseguido trazar una temática común (la identidad contemporánea) de la que participan los tres autores, estableciendo un diálogo entre los personajes de las obras.

Pablo Merchante construye sujetos sin rostro que se desdibujan sumergidos en una marabunta de imágenes y color, individuos perdidos. No tienen rostro, pero sí actúan, y es precisamente esa acción la que da sentido a su existencia (pictórica). Se definen por lo que hacen, por sus atuendos, su estilo o las marcas que visten y en esos medios buscan su “yo”. Es el individuo del siglo XXI: iconos publicitarios vacíos de espíritu, fantasmas de los medios de masas ávidos de esencia interior.

En el extremo opuesto se sitúa la obra de Julio Díaz Rubio, cuyos personajes están cargados de alma. Díaz trabaja con la potencia de la imagen subliminal: reproduce aquellos fotogramas que transmiten una fuerza salvaje y que son capaces de inundar sentimentalmente al espectador. Los protagonistas de sus obras no tienen rostro pero tampoco lo necesitan: la composición de la escena, las posturas, el atrezo, sus indumentarias… Todos esos elementos conforman la expresividad de su pintura, la garra que atrapa a quien mira.

La obra de Javier Ruiz Pérez también juega con las emociones del público, pero a través de microhistorias personales. Javier genera pequeños “iconos etiquetados”, esto es, ilustraciones diminutas con nombre que hablan de sí mismo, pero que podrían hablar de cualquiera: familia, amigos… El pintor ha llevado a cabo una abstracción de sus propios recuerdos y los presenta al público en un formato cercano al diseño gráfico y la ilustración: el motivo mínimo. Los rasgos faciales de los personajes desaparecen y su obra se convierte en un espejo universal.

Tres caminos distintos que giran en torno a la misma cuestión: ¿qué es “el yo”?