Este proyecto, dividido en dos salas diferentes, parte de una investigación que el artista llevó a cabo sobre una táctica bélica usada en la guerra colonial de Portugal en Angola, consistente en emitir sonidos pregrabados que ocultaban el silencio ocasionado en la selva por la presencia humana. El denominador común de los dos espacios es este silencio como elemento perturbador o, desde otro punto de vista, la inesperada ausencia de ruido como señal de alarma.

En una de las salas se proyecta sobre un objeto escultórico una imagen tomada en la isla tailandesa de Koh Libong, cuyo centro está ocupado por un inquietante objeto esférico. Sobre él, un círculo negro, un agujero, centra y descentra el movimiento de la imagen, actuando como un ojo que observa al espectador. Mientras, un sonido continuo y ensordecedor de cigarras tropicales inunda la habitación.

En la otra sala, el haz de luz que produce la proyección de la imagen de un helicóptero queda interrumpido por una pieza de cristal que gira sobre sí misma, reflejando la luz de forma intermitente en las cuatro paredes. Las dos proyecciones, ojo y helicóptero, se activan a la vez y a intervalos aleatorios. Asimismo, mediante el uso de un programa informático, el sonido de ambas salas se interrumpe aleatoriamente a la vez que se paralizan las imágenes. En ese momento, el silencio se adueña del espacio, provocando en el espectador la sensación de que algo va a pasar.

Superposiciones

Por otro lado, se presenta también Vida y costumbres de Alexandre, un trabajo previo de Estrela que proyecta, sobre una pantalla de madera cubierta con un cristal, imágenes entomológicas superpuestas a bocetos de arquitectura, reproducciones del jardín de Derek Jarman y dibujos infantiles de telarañas, ampliadas y copiadas en una duplicadora diferentes veces.

Las imágenes, que se repiten en bucle, van fundiéndose entre ellas mientras suena una banda sonora creada por Eliane Radigue, compositora de música electrónica, en 1969. El conjunto audiovisual, creado por las transparencias y los reflejos del vidrio donde se proyectan, ofrece un resultado casi pictórico donde el misterio y la sugestión son protagonistas.

Estrela trabaja desde los 90 el medio audiovisual, extendiéndolo más allá de los límites de la pantalla. Para ello se vale de todos los elementos intervinientes en la instalación, dándoles el peso y protagonismo que, según él, requieren. De esta manera, no trata de ocultar cables, proyectores, ni otros objetos, haciéndolos partícipes de la experiencia de sonidos e imágenes que desarrolla.

El resultado es una propuesta envolvente que trata de despertar en el espectador la necesidad de replantear parte de sus ideas sobre lo proyectado e, incluso, sobre lo que una exposición tiene que ser. Asimismo, sus piezas buscan la potencialidad de las imágenes como algo físico, sensorial y experimental donde todo comunica.