Los grandes conflictos bélicos acaecidos en Europa en el siglo XX tuvieron un reflejo inmediato en las investigaciones estéticas de los artistas de vanguardia del momento. Si bien la Primera Guerra Mundial trajo consigo la abstracción geométrica, el dadaísmo y el surrealismo, la Segunda propició la llegada del informalismo. Los grupos abstractos de la Escuela de Nueva York, el tachismo francés o los italianos abrieron nuevas líneas plásticas. España, ya desde 1947, con el grupo Pórtico como pionero, se unió a esta nueva vía estética. Esta exposición precisamente comienza con dos cuadros de Fermín Aguayo y Santiago Lagunas, pertenecientes a dicho grupo.

El informalismo se difundió en nuestro país gracias en gran parte a las jornadas desarrolladas en 1949 y 1950 en Santillana del Mar conocidas como la Escuela de Altamira. Allí coincidieron artistas extranjeros y españoles para debatir la situación del arte y compartir ideas sobre los caminos a seguir. Estas reuniones están representadas en la exposición mediante obras de Tony Stubbing y Modest Cuixart.

Difusión de las ideas

Pablo Palazuelo. Festivo, 1954.

Pablo Palazuelo. Festivo, 1954.

Rápidamente, las nuevas ideas estéticas comenzaron a difundirse. Así, Cuixart, junto a otros artistas, entre ellos Joan-Josep Tharrats y especialmente Antoni Tàpies, crearon el grupo catalán Dau al Set, que según fue avanzando la década de los 50 evolucionó a un informalismo matérico. Por otro lado, en Madrid, varios artistas se reunieron desde 1957 en torno a la agrupación El Paso, y bajo este nombre realizaron obras de gran interés y singularidad.

La muestra incluye importantes trabajos de sus miembros fundamentales –Manolo Millares, Antonio Saura, Martín Chirino, Manuel Rivera, Juana Francés, Rafael Canogar y Luis Feito–, cuyas trayectorias están dentro de lo más destacado de la producción artística de España de la segunda mitad del siglo XX.

Por otro lado, muchos artistas veteranos como José Caballero o Julio Ramis se adhirieron en esta nueva línea plástica. Junto a ellos comenzaron a surgir otros artistas abstractos que se situaron en torno al hispano-filipino Fernando Zóbel, como fue Gerardo Rueda. Son los creadores del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, sin duda el centro que aglutinó la mejor colección de esta corriente estética.

En esos mismos años hubo dos pintores españoles, José Guerrero y Esteban Vicente, que desarrollaron su carrera artística en Nueva York junto a las figuras más reconocidas de la tendencia. Las obras de ambos seleccionadas para esta exposición se caracterizan por el uso intenso del color, a diferencia de lo que sucedía en España en ese momento.

Avances tecnológicos

Paralelamente a los informalistas, la muestra incluye piezas de otros artistas fundamentales como Jorge Oteiza, Pablo Palazuelo o Eduardo Chillida, que tendieron a composiciones más estructuradas con referencias geométricas, haciendo especial hincapié en la obra escultórica. En este sentido cabe destacar la trayectoria del Equipo 57, que trabajó con la galería parisina especializada en arte geométrico Denise René. Y a todos ellos hay que unir la figura fundamental de Francisco Sobrino, fundador en 1960 en París junto a varios artistas franceses y argentinos del GRAV, una de las asociaciones de arte cinético más relevantes.

Siguiendo esta línea más geométrica, la exposición se cierra con una serie de obras realizadas por los artistas que participaron en las investigaciones desarrolladas dentro del recién inaugurado Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid a finales de los años 60, aplicando los últimos avances tecnológicos de la incipiente industria informática a la creatividad plástica. Se presentarán trabajos de José Mª Yturralde, Manuel Barbadillo, Elena Asíns, Tomás García Asensio o Enrique Salamanca.

Como complemento de la exposición se ha publicado un catálogo con textos de Alfonso de la Torre, Ángel Llorente, Inés Vallejo y el artista Tomás García Asensio.