Conocida por la intensidad de sus retratos, Cameron fue una pionera en todos los sentidos. Fue «precursora en la utilización del primer plano y los desenfoques premeditados, pero también iba dejando huellas de su proceso creativo. Sus fotografías incluían manchas, rayones e imperfecciones», explica Marta Weiss, comisaria de la muestra. Sus modelos eran familiares, sirvientes y amigos, entre los que se encontraban poetas, escritores y artistas británicos de su época.

Cameron comenzó su carrera como fotógrafa a los 48 años, cuando su hija y su yerno le regalaron una cámara. El presente iba acompañado por las siguientes palabras: «Quizá te divierta, Madre, intentar hacer fotografías durante tu soledad en Freshwater». Pero la artista ya había tenido contacto con la fotografía anteriormente. «En sus comienzos la técnica fotográfica era muy complicada, por lo que no se le daba una cámara a cualquiera. Sabemos que había creado anteriormente álbumes de familia y había revelado negativos de otros fotógrafos», recuerda la comisaria.

A partir de ese momento se volcó por completo en la fotografía con una energía y dedicación inagotables, hasta el punto de que, en palabras de Weiss, «no aceptaba los fallos y continuamente estaba experimentando para mejorar su técnica». En apenas dos años ya había vendido obra y donado algunas de sus fotografías al South Kensington Museum, actualmente conocido como Victoria and Albert Museum y que ha sido el organizador de esta exposición con motivo de la celebración del 200 aniversario del nacimiento de la artista y los 150 años de su primera exposición.

La exposición, que incluye más de cien fotografías que ofrecen una visión completa de su obra, se articula en cinco secciones, cada una de las cuales comienza con una de las cartas conservadas en el fondo del Victoria and Albert Museum. La primera de ellas, Del primer éxito al South Kensington Museum, se centra en los primeros pasos de Cameron en el mundo de la fotografía.

La artista fue muy prolífica en esta etapa, en la que definió las líneas temáticas que estuvieron presentes a lo largo de su producción: los Retratos, en los que experimenta con la iluminación intensa y los primeros planos; las Madonnas, composiciones de temática cristiana en las que, según Weiss, «su perspectiva como madre es muy importante»; y las Fantasías con efecto pictórico, inspiradas en el Renacimiento.

La segunda parte, Electrizar y sorprender, muestra la evolución de su trabajo. A partir de 1865, la artista emplea una cámara de mayor tamaño que soportaba un negativo de cristal de 38 x 30,5 cm, por lo que sus retratos son de mayores dimensiones, menos precisos pero más penetrantes emocionalmente. Fortuna además de fama profundiza en las obras que Cameron realiza en un momento de precariedad financiera de su familia. La fotógrafa busca rentabilizar su trabajo, por lo que realiza retratos de personalidades.

La sección Sus errores eran sus éxitos muestra cómo lo que en origen sucedía como fruto del aprendizaje y la experimentación se convirtió en un recurso presente a lo largo de su producción artística. Cameron buscó siempre la opinión de su mentor G.F. Watts, aunque por insistencia de éste la artista le enviaba copias imperfectas para que se las comentara y reservaba las copias más logradas para su posible venta. Cameron también pidió consejo a la Photographic Society de Londres y a Henry Cole.

Finalmente, la exposición se cierra con una amplia visión de la fotografía inglesa contemporánea a la artista, con nombres como Edward Fox o John Murray.