«Gracias a Chema Conesa descubrimos a Juana Biarnés, una figura que había que recuperar», cuenta María García Yelo, directora del Festival. Una mujer valiente que se hizo un hueco en un mundo de hombres y capturó con su cámara el espíritu de una época. Muy pocos conocen su nombre, sin embargo, su legado fotográfico es el testimonio en primera persona de una etapa clave del siglo XX: la crónica gráfica y social del franquismo y de los inicios de una democracia.

Con gran vitalidad, Biarnés ha presentado una exposición que incluye 90 fotografías realizadas a lo largo de su trayectoria y que demuestran que fue la mujer que supo colarse en el avión y en el hotel de los Beatles para conseguir una exclusiva histórica y cuya cámara retrató a los grandes personajes que marcaron la historia de las décadas de 1960 y 1970: Kennedy, Louis Armstrong, Marisol, Yul Brynner, Dalí, Jack Lemmon, Orson Wells o Polanski, entre otros muchos. «Mis inicios fueron muy duros por ser una mujer entre tantos hombres. Pero tengo que decir que todos mis compañeros respetaron siempre mi sitio y mi trabajo. Con lo que siempre tropecé fue con el sistema y la política que había, que decía que las mujeres tenían que estar en su casa sirviendo a su marido».

Mundo de hombres

Poco a poco se fue inmiscuyendo en un mundo de hombres en el que consiguió realizar unas imágenes que «destilan proximidad y sinceridad, sin artificios innecesarios», explica Conesa, mientras que la artista rememora cómo fue esta incursión: «La primera vez que salí a un campo de fútbol todo el público comenzó a gritar ‘¡Guarra! ¡Vete a fregar platos!’. El árbitro fue el primero que se dirigió a mí y me dijo que me tenía que ir, que ese era un lugar reservado para hombres. Yo le dije que no me mirara como una mujer sino como un reportero. Aquella batalla la gané. Esta fue una de las pruebas que he superado en mi vida y me enseñó que el mundo es para los valientes».

Como cuenta el comisario, durante toda su trayectoria mantuvo firmes dos compromisos, el primero de ellos fue con su padre, también fotorreportero, que quería que siguiera sus pasos; pero también «se mantuvo unida a la fotografía». Fue una profesional persistente «en conseguir la foto, la imagen que sobresalía y debía explicarlo todo, como siempre le aconsejaba su padre», concluye Conesa.

Biarnés se retiró de la fotografía en 1985 para dedicarse a su otra pasión, la cocina, y montar un restaurante, pero no se ha desligado de la fotografía y está preparando un nuevo proyecto que verá la luz próximamente y con el que ha descubierto múltiples sorpresas. «Me fui en lo analógico y ahora que he vuelto me encuentro con que enfocan por mí y casi disparan por mí», bromea la artista.