Su estrecha relación con la fotografía comenzó a los 10 años, cuando su madre le montó un cuarto oscuro en casa. Fue entonces cuando salió a las calles de su barrio para retratar la realidad con la visión personal que tanto le ha caracterizado a lo largo de su carrera. Este estilo único, unido a su interés por las luchas y los éxitos de las personas a las que fotografía, hacen que su obra ofrezca una perspectiva singular de la evolución de la sociedad del siglo XX, en particular en Estados Unidos.

Por esta razón se le considera un fotógrafo humanista. Su trabajo se entiende como la unión entre el mundo y el artista, revelando su compromiso ético y su sistema de valores ante los entornos en los que se desenvuelve la existencia cotidiana de las personas fotografiadas. Y esto es lo que unifica su trayectoria profesional, a pesar de que el visitante podrá recorrer 50 años de trabajos muy diversos, debido a la utilización de técnicas, procesos, temas y usos variados.

El estilo de Davidson se caracteriza por la atención al detalle, pero sin caer en excesos sentimentales o compasivos; describe con sencillez y con una mirada poética e íntima los temas esenciales que han configurado su vida. Estos están tratados en series, en los que ha realizado un proceso de investigación que, a veces, se han extendido por un largo período de tiempo.

En concreto, la muestra se adentra en 12 series que recogen un fragmento del viaje que Bruce Davidson ha realizado en cada uno de sus momentos vitales: desde las tensiones sociales en Inglaterra a los mineros de Gales, de las bandas callejeras de Brooklyn a la lucha de los derechos humanos en Estados Unidos o la dureza de la vida en Harlem. Hasta llegar a las dos últimas décadas de su carrera donde el fotógrafo se ha centrado en la naturaleza.

El recorrido expositivo comienza en 1955 con la serie Los Wall. En ese año, mientras que Davidson realizaba el servicio militar en Arizona, se encontró en la frontera mexicana con un anciano que conducía un viejo Ford y a quien pidió fotografiar: era John Wall, quien, junto con su esposa Kate, le brindaron su casa durante los fines de semana de permiso. En este primer proyecto personal se pueden observar contrastes exagerados de claroscuro y un delicado acercamiento a los planos más íntimos, introduciendo al espectador en una cotidianidad narrativa.

Un año más tarde, cuando tenía 22 años, fue destinado a un campamento militar aliado cercano a París, donde conoció a Madame Margaret Fauché, viuda de un pintor impresionista de segunda fila, Léon Fauché, que había conocido a todos los protagonistas del movimiento. Casi consumida por la edad, rodeada de los cuadros y recuerdos de su marido, Davidson la visitó durante meses cada fin de semana y la retrató en un ambiente suspendido en el tiempo, en su pequeño apartamento lleno de recuerdos o en sus paseos por los parques parisinos, que dio como resultado la serie La viuda de Montmartre (1956).

Recién incorporado a la agencia Magnum, Bruce Davidson realizó una de sus principales series, El enano (1958), al visitar el Circo Clyde Beatty, uno de los más importantes de Estados Unidos. El fotógrafo no se centra en la vistosidad ni en las proezas de los protagonistas que llenan los carteles del circo, sino en las actividades cotidianas que realizan los artistas y trabajadores en la trasera del circo, especialmente, en la vida de Jimmy Armstrong, un payaso enano.

Tensión emocional

En 1959, Davidson leyó en la prensa sobre una reyerta entre dos bandas callejeras en Brooklyn y contactó con los Jokers, la banda que inició el incidente. Tras pasar algún tiempo con estos jóvenes de 17 años se ganó su confianza y empezó a sentir cierta empatía con ellos, dando lugar a la serie Bandas de Brooklyn, que no trata de trifulcas callejeras, sino de un profundo retrato de la tensión emocional, los problemas de abuso y abandono de estos chicos adolescentes en un barrio marginal.

El quinto trabajo, Inglaterra/Escocia (1960), retrata todos los estratos de la sociedad británica. En esta serie se reúnen imágenes individuales claramente identificativas de profesiones o más genéricas, como las que muestran a la clase trabajadora británica en sus días de descanso en la playa.

La década de 1960 supuso un punto de inflexión en la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y el inicio de uno de los períodos más convulsos de su historia social contemporánea. Bruce Davidson acababa de recibir una Beca Guggenheim con un proyecto acerca de la situación de la juventud en América y, a la vez, un encargo de The New York Times para cubrir los Viajes por la Libertad (una iniciativa contra la segregación con la puesta en marcha de viajes en autobús de los jóvenes activistas multirraciales hasta el sur de los Estados Unidos). Es en este momento cuando surge su serie Tiempo de cambio (1961-1965).

Entre 1961 y 1965 trascurren unos años muy intensos de actividad para Davidson y también de extraordinaria creatividad. Años de viajes contiene las fotografías realizadas en otros lugares del mundo como Oaxaca (México), Sicilia (Italia), Chicago, Los Ángeles o Gales. También vino a España, donde debía cubrir el rodaje de una película bélica, Mando perdido (Lost Command, 1966), protagonizada por Anthony Quinn y Alain Delon y rodada en Málaga y Almería.

Calle 100 este (1966-1968) es el proyecto más conocido del fotógrafo, una serie que la que se adentra en un barrio que se había convertido en un gueto. La descripción es tan completa e intensa que el espectador va penetrando en un mundo de negros y latinos que permanecían invisibles para el mundo exterior. Su aproximación no es ni moralizante ni sensiblera.

Entre la naturaleza

Entre 1973 y 1976 realiza Cafetería Garden. Mientras completaba un documental sobre Isaac Bashevis Singer, ambos solían encontrarse en una cafetería del Lower East Side que el escritor frecuentaba regularmente. Los clientes que allí se reunían eran judíos que habían llegado a Nueva York después de la Segunda Guerra Mundial, algunos supervivientes del Holocausto y vecinos que se conocían de toda la vida en el barrio. Davidson, también judío y cuya familia provenía de Polonia, sintió cierta proximidad con ellos, a veces solitarios y marcados por un pasado terrible, que le contaban la historia de sus dolorosas vidas en las innumerables visitas para charlar con ellos y fotografiarlos.

Metro de Nueva York (1980) es una sorprendente serie que nada tiene que ver con otros trabajos realizados en el suburbano neoyorquino. Davidson parte del proyecto de Walker Evans Many are Called, publicado en 1966, en el que disparaba a ciegas, pues estaba prohibido fotografiar en el metro. Pero Davidson iba pertrechado de cámaras y accesorios: había pedido permiso a las autoridades para realizar el trabajo y casi siempre preguntaba a las personas a las que iba a fotografiar.

Entre 1992 y 1995, el fotógrafo volverá a centrarse en Central Park como tema principal de una manera consciente e intencionada. Bruce Davidson, que vive todavía a unas manzanas del parque, estaba acostumbrado a pasear por él, de modo que también fue testigo del enorme cambio sufrido en los últimos años: pasó de ser un lugar peligroso a convertirse en una tranquila isla verde en mitad de Manhattan, una auténtica reserva natural en medio de la ciudad.

Sus últimos dos proyectos, Nature of Paris (2005-2006) y Nature of Los Ángeles (2008-2013), proponen una visión de los espacios que lo natural comparte con la urbe en estas ciudades. Realizadas cuando el fotógrafo ya había cumplido 70 años, estas obras cuentan con las mismas ganas de aprender que tenía de joven y que, aún hoy, mantiene cuando trabaja en el Museo de Historia Natural, próximo a su casa.

La exposición Bruce Davidson y su itinerancia internacional, organizada por Fundación MAPFRE en colaboración con Magnum Photos, ha sido posible gracias al apoyo de TERRA Foundation for American Art.