De formación autodidacta y personalidad independiente, el artista asturiano Francisco Fresno viene desarrollando desde 1973 una producción que, inspirada en la naturaleza, adquiere forma artística a través de la pintura, la escultura y la gráfica o, como en este caso, a través del dibujo y la instalación. Su atracción por la naturaleza ha hecho surgir en Fresno un sentimiento panteísta que le ha llevado a una percepción transcendente de la realidad y que, en los últimos tiempos, ha derivado hacia una simbología que refleja los ciclos naturales (de vida y muerte, de lleno y vacío, de positivo y negativo), dualidades que en sus inicios trabajaba por separado y que ahora reúne y pone a dialogar en unas mismas obras.

Hacia la luz. Hasta la ausencia continúa precisamente esta línea de investigación en torno a la naturaleza, su relación con el espacio y su transmutación, en este caso hasta la total desaparición del elemento natural. Como explica el propio Fresno, el proyecto surgió de la experiencia que tuvo con el proceso cerámico con motivo de la exposición Cajas. 10 propuestas de cerámica artística en Asturias, celebrada en el propio Museo de Bellas Artes en noviembre de 2015. Y, más concretamente, a partir de su primer contacto con la porcelana a través del ceramista Manuel Cimadevilla. Este material, sumamente frágil antes de su cocción, y muy fácil de pulir, casi como la tiza, se convierte en delicado protagonista de las dos instalaciones que dan título a la muestra: Hacia la luz y Hasta la ausencia.

Prismas y penumbra

Ubicada en el centro del patio del Palacio de Velarde, entre su bosque de columnas toscanas, lo primero que percibe el visitante que entra en el Museo es Hacia la luz, una instalación compuesta por 16 prismas de distintas alturas que portan en su cara superior una cubierta de césped con una o varias hojas de delicada porcelana blanca. Los prismas, que se desarrollan a su vez como un bosque de peanas, están pintados con un degradado ascendente que va desde un color ocre, próximo al del piso del atrio, hasta el blanco más puro en el de más altura. Prismas que se elevan hacia la luz, portando unas hojas receptoras de la misma, sobre un césped como contrapunto de lo vivo y cambiante de la naturaleza. El proceso de transformación hasta su propia desaparición es narrado también en Tempus, serie secuencial de seis fotografías tomadas por la esposa del artista, Karmen Sáenz Elorrieta, de una hoja del limonero del jardín de la casa de ambos en Gijón.

Ya en el interior de la sala, y en una penumbra sólo punteada por una tenue luz dirigida que contribuye a destacar la esencia de las propias piezas, se encuentra Hasta la ausencia, instalación que refleja seis tiempos de una hoja en vitrinas, que como un canto rodado va perdiendo material hasta desaparecer. Esta hoja, que de nuevo ha sido realizada en porcelana, sufre una gradual disminución de su tamaño por efecto de un pulido progresivo que la conducirá hasta su total desaparición, quedando sólo el testimonio gráfico del proceso a través de una serie de fotografías, recogidas en el catálogo de la muestra. En la sala figura también Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis, serie de seis dibujos de la misma silueta de una hoja que se va debilitando hasta llegar al blanco del papel.

Es la tercera muestra individual de Fresno en el Bellas Artes de Asturias, tras sus monográficas de 1983 y 1998, y el séptimo proyecto específico de un artista contemporáneo que se realiza en la pinacoteca bajo la dirección de Alfonso Palacio, y que engloba, además del actual de Francisco Fresno, los desarrollados por Ramón Isidoro (Fulgor, 2013), Tadanori Yamaguchi (Negro silencio, 2014), Avelino Sala (Darkness at noon, 2014-2015), Eugenio López (Confluencia, Acople, Núcleo. Tres geometrías para el Palacio de Velarde, 2015), Vicente Pastor (Nuevo Paraíso, 2015) y Carlos Suárez (El vaciado de la huella belga, 2016).