El título de la muestra tiene una doble referencia: por un lado destaca el carácter autobiográfico de la obra del artista, a través de la que es posible rastrear los acontecimientos más importantes de su vida, así como la evolución de sus principales influencias culturales, puesto que es un creador libre que asegura estar en continuo aprendizaje; por otro establece una conexión con la exposición Correa Corredoira. Os días gravados, organizada por la Fundación Luis Seoane en los años noventa.

En aquel momento, al igual que ahora, casi veinte años más tarde, la elección de Correa Corredoira para protagonizar una muestra monográfica en la Fundación no fue casual, puesto que como explica el comisario de Os días pintados, David Barro, “es un artista fundamental del arte gallego de las últimas décadas. Sin embargo, hasta ahora no se había realizado una retrospectiva sobre su pintura, que es la disciplina a la que más se ha dedicado, aunque también ha trabajado la instalación y la escultura, y es un excelente grabador y poeta, así como diseñador de algunos de los catálogos más interesantes realizados en los años setenta en nuestro país”.

Xabier Correa Corredoira: Monte de Xosé, 2009.

Xabier Correa Corredoira: Monte de Xosé, 2009.

En Os días pintados, el espectador se introduce no sólo en el universo de un artista primordial en la historia del arte gallego de la segunda mitad del siglo XX, sino que, además, asiste a la evolución de su trayectoria creativa, que discurriría inicialmente en paralelo a los movimientos contraculturales de los años setenta, estableciendo vínculos estrechos con otros artistas de la época como Mon Vasco o Xaime Cabanas en La Coruña, con los que formaría parte del colectivo A Galga; que participaría en el movimiento Atlántica y en la fundación de la galería Gruporzán, y que a partir del año 1975, tras realizar algunas acciones e incursiones en la escultura o la instalación, se dedicaría definitivamente a la pintura.

En la selección de obra realizada por David Barro y el propio artista están presentes sus imágenes y temas más icónicos: la maternidad, el erotismo, los mitos clásicos, el viaje que realiza a México en el año 1979 en el que descubrirá una cultura mítica y un universo completamente diferentes al suyo, que le cambiarán la vida; los paisajes, el mar, las crucifixiones o sus célebres boxeadores.

Esta retrospectiva descubre la obra de un creador libre e independiente, de una figuración pictórica que tiene sus pilares fundamentales en la relación del cuerpo con el espacio o en el dominio del color, y que se nutre de las muchas afinidades de la vasta cultura del artista: Picasso, Nietzsche, Lindsay Kemp, Giacometti, Rembrandt, Bacon, García Lorca, Beckett, los mitos clásicos… En definitiva, la obra, en palabras del crítico Xavier Seoane, de un “romántico en sentido estricto”, comprometido con la creación. El reencuentro de una ciudad con la historia de su arte.

Pintor, grabador, escultor, poeta…

Xabier Correa Corredoira. Autorretrato, 1983. Óleo sobre tela].

Xabier Correa Corredoira. Autorretrato, 1983. Óleo sobre tela].

Pintor, grabador y escultor, hasta 1975 la primera vocación de Xabier Correa Corredoira fue la literatura, momento en que, tras abandonar sus estudios de arquitectura, decide dedicarse definitivamente a la pintura.

Tras una primera etapa expresionista y conceptual, su obra evoluciona hacia una figuración pictórica en la que el cuerpo humano se convertirá en su principal protagonista. En 1979 viaja a México becado por el Ministerio de Cultura para el estudio de las técnicas del grabado, donde queda impresionado por la mitología y los rituales de las culturas precolombinas, que incorporará a la temática de su obra.

A partir de la década de 1990, su pintura evoluciona desde la figura humana hacia el paisaje, y dentro de éste, a las marinas, desarrollando una nueva forma de comunicarse con el espacio, la perspectiva y el tratamiento del color.

Aunque Correa Corredoira es un dibujante y un grabador sobresaliente, y un excelente poeta, se identifica a sí mismo como pintor, con la labor pictórica, con su materialidad y textura, con la luz y el color, pero sobre todo con el color, puesto que, como dice David Barro “resulta evidente que es un gran colorista. En sus obras todos los elementos convergen hacia el color. Porque el color es modulación, temperatura”.