Weiner, que se define a sí mismo como escultor de palabras, entremezcla en esta obra fotografías en blanco y negro con sus famosas estructuras. Para llevar a cabo su trabajo, el autor siempre recurre a las mayúsculas, no para crear un impacto psicológico en el lector, algo como “gritos visuales”, sino como una característica que anula cualquier jerarquía entre las letras, ayudando a que cada palabra se presente tal y como es para formar parte de un conjunto global.

Toma, de esta forma, el lenguaje como materia escultórica con la que crear sus obras. Cree que la construcción lingüística puede provocar la misma reacción en el espectador que un objeto escultórico convencional. Define el arte como el hecho empírico que surge de la relación entre los objetos y el ser humano, con independencia de los precedentes históricos y sin necesidad de legitimación alguna.

Este es el resultado de la investigación que lleva cabo desde hace cuarenta años sobre las estructuras del arte (originalidad, producción, mercado), al igual que ha propuesto una redefinición de la relación entre el artista y el observador. Sus investigaciones dentro de las estructuras lingüísticas y los sistemas visuales han dado como fruto libros, películas, vídeos, performances y trabajos de audio.