Compuesta por más de un centenar de obras, la muestra se articula mediante un dispositivo conceptual y físico diseñado por el artista, que incluye algunos de los hitos y piezas más significativas de su carrera. La intención es crear un tipo de mirada simultánea en donde pasado y futuro acaban reencontrándose, reactualizándose, en un presente continuo. Los muros de la galería 105 del Museo contribuyen a crear una obra envolvente que hace partícipe de la misma al espectador y le invita a reflexionar en torno al lenguaje escultórico.

Pello Irazu. Feliz, 1988 Construcción en acero y óleo 22 x 22 x 14 cm Colección particular, Barcelona © VEGAP, Bilbao, 2017.

Pello Irazu. Feliz, 1988 Construcción en acero y óleo 22 x 22 x 14 cm Colección particular, Barcelona © VEGAP, Bilbao, 2017.

Pello Irazu (Andoain, Guipúzcoa, 1963) es una figura clave en el panorama artístico contemporáneo que ha desarrollado una obra coherente desde los años ochenta, alternando la escultura en su espectro más amplio –desde propuestas tridimensionales de pequeño tamaño hasta instalaciones colosales, pasando por híbridos objetuales– con fotografías, dibujos y pinturas murales. Independientemente de la disciplina empleada, su trabajo aborda de una manera exhaustiva los problemas que se suscitan en las múltiples relaciones entre nuestros cuerpos, los objetos, las imágenes y los espacios.

El recorrido expositivo comienza con fotografías que registran sus tempranas exploraciones, efímeras, que datan de mediados de los años ochenta. Estas piezas contienen el germen de su primera obra en acero, cuya contundencia física queda más tarde cuestionada por la pintura que la cubre parcialmente. En esta etapa inicial, Irazu establece algunas directrices que le acompañarán durante toda su trayectoria, como la limitación del tamaño de la obra a sus posibilidades físicas –de este modo, la obra actúa como condensador de un acto performativo– o su reformulación del legado del escultor Jorge Oteiza y de las corrientes derivadas del Minimalismo.

Pello Irazu. L-1, 1989 Óleo sobre papel 240 x 165 cm Carreras Múgica © VEGAP, Bilbao, 2017.

Pello Irazu. L-1, 1989 Óleo sobre papel 240 x 165 cm Carreras Múgica © VEGAP, Bilbao, 2017.

A finales de los años ochenta comienza una reconsideración de la función del muro y de su percepción por parte del espectador, mediante pinturas realizadas directamente sobre la pared y diferentes modos de ubicar los objetos y las imágenes en el espacio.

En la década de 1990, coincidiendo con su estancia en Nueva York, comienza a trabajar con materiales industriales como el tablero de contrachapado o el plástico, que sirven como punto de partida de desarrollos expresivos que contienen constantes guiños al espacio doméstico. Irazu deconstruye los objetos para reensamblarlos de forma discontinua, generando un efecto de extrañamiento respecto al significado de objetos y materiales cotidianos. En los dibujos y pinturas de esta etapa, el artista emplea papeles encontrados, generalmente impresos, sobre los que interviene con pintura y cinta adhesiva, materiales que Irazu utiliza para crear nuevas tramas referenciales.

A partir del año 2000, de regreso en Bilbao, se inicia una nueva fase en su producción. Sus obras cuestionan ahora los signos que le rodean mediante formas que resultan evocadoras para el espectador, pero que se alejan de sus referentes, para crear una sensación de familiaridad, ambigüedad y extrañeza. Irazu se apropia del espacio, combinando la pintura mural con materiales tridimensionales, trabajando en los difusos límites que tradicionalmente han separado las distintas categorías artísticas.

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