La muestra continúa profundizando sobre las formas de mostrar y los diferentes lenguajes museográficos. La selección sigue una tradición museística presente desde el nacimiento de los museos en el siglo XVIII y que consiste en la exhibición de esculturas en sus patios interiores, permitiendo que diferentes fragmentos de la historia del arte convivan en un mismo espacio diáfano con la intención de facilitar una mirada comparada.

Entre las piezas que podemos encontrar en la exposición están Standing Stone Line (1987) de Richard Long, uno de los mayores exponentes del Land Art europeo y cuyas obras encajan dentro de lo que Rosalind Krauss definió en La escultura en el campo expandido como un término medio entre la arquitectura y el paisaje. Los dos escultores principales del arte minimalista americano, Donald Judd y Carl Andre, permiten entender sus procedimientos industriales y con formas geométricas simples que se repiten en una línea seriada, en ejemplos importantes del movimiento en EE.UU.

Evolución

Un representante de la evolución europea del minimalismo es Ulrich Ruckriem, que introdujo en el patrón seriado la brutalidad del material con las marcas de corte de las máquinas en la cantera. Por su parte, Mario Merz, considerado uno de los maestros del arte povera de los años 60, realiza piezas que tienen algo de refugios y de ruinas, como el Igloo with Fibonacci Numbers (1994), donde el crecimiento casi orgánico de una pieza realizada con restos de mármol se relaciona con la proporción áurea del crecimiento natural de los procesos bilógicos.

En Reino Unido, la escultura evolucionó en los años 80 hacia lo que se conoció como la Nueva Escultura Británica. Uno de sus padres generacionales fue Anthony Caro, que en Table Piece Y-64 Sea Symphony, de 1985-1986, muestra esa nueva combinación de fuerzas, donde la obra adquiere una ambigüedad entre industrial y figurativa, donde la abstracción comienza a volverse gestual y adquirir nueva libertad formal.

A la misma generación pertenece Juan Muñoz, quien a lo largo de su carrera utilizó muñecos de ventrílocuo, maniquíes y marionetas. Del borrar, una obra temprana de 1986, presenta esa ilusión excesiva en el muñeco ante trompe-l’oeil forzado, desvelando el truco y la artimaña, la mentira obvia de la diferencia entre lo real y la representación que pone en cuestión el propio lugar del espectador.

Renovación

En España, el contexto cultural de comienzos de los 80 había explosionado y la imagen de renovación y la inflación del arte alcanzaría su momento álgido en 1987-88 y ese es precisamente el período al que corresponden la mayor parte de los fondos escultóricos españoles del CA2M. De Susana Solano es Mar de Galilea (1986), una obra que se convierte en un espacio contemplativo para ser llenado con una referencialidad que ha de aportar el propio espectador. Precisamente esta manera de entender el espacio de exposición como una ceremonia vacía esperando la presencia del espectador para hacerla ocurrir es la característica fundamental de esta generación.

La muestra se completa con dos escultores valencianos: Miquel Navarro y Ángeles Marco. El primero obtuvo un enorme éxito en los años 90 con piezas públicas de fragmentos amplificados como en Cuberta de 1986. En el caso de Marco, sus obras representan una de las cimas de las tendencias neobarrocas de finales de los años 80 en España, como es el caso de Ascensor oblicuo (1987) o Puente (1995).