Más allá del éxito que alcanzó como pianista, pedagogo y compositor de obras como Goyescas y Danzas españolas, Granados también fue un verdadero humanista, interesado por la pintura y la literatura; estuvo en contacto con las vanguardias musicales y culturales europeas de su época; y ocupó un lugar destacado en la generación de artistas que fueron artífices del Modernismo en Cataluña.

Comisariada por el musicólogo Joaquim Rabaseda, la exposición parte del momento en el que Enrique Granados (Lérida, 1867 – Canal de la Mancha, 1916) llega a París, en 1887, cuando hacía pocos meses que la Torre Eiffel se había empezado a construir. Este impacto fue esencial en su carrera como pianista y compositor. Pero en París también tiene la oportunidad de conocer de primera mano la influencia de Wagner y Berlioz, sin la cual no se entiende su vínculo con el teatro, que centra el segundo ámbito de la muestra.

img_enricgranados_int.jpg_1640407854La investigación de la obra de arte total (uniendo música, literatura, pintura e incluso la evocación de los olores, muy presentes en la exposición) es ilustrada en los dos ámbitos, en torno a Dante y Liliana, dos obras marcadamente wagnerianas. Un espacio dedicado a su relación con Lérida; otro centrado en su faceta como pianista y pedagogo, con las grabaciones sonoras que hizo con rollos de pianola, el sistema más avanzado de su tiempo; y una reconstrucción de la «Tartana» donde compuso parte de la ópera Goyescas completan la exposición, que se cierra precisamente explicando la relación de Granados con la pintura de Goya.

Granados, de París a Goya exhibe partituras y documentos originales del compositor (cartas, fotografías, borradores, etc.) y los ubica en su contexto cultural. Los fondos que se pueden ver incluyen también algunas reproducciones encargadas especialmente para la muestra, con el objetivo de sumergir al visitante en el ambiente de los museos que Granados acostumbraba a visitar y los talleres de artistas que tanto le gustaban.

Entre los objetos expuestos más destacables hay un tapiz basado en la pintura La maja y los embozados de Goya, como los que se utilizaron en el decorado de algunas de las representaciones de Goyescas, elaborado por la Real Fábrica de Tapices; algunos de los rollos de pianola originales que Granados grabó; y también el diploma con el que la ciudad de Lérida le otorgó el título de Hijo Predilecto, que vuelve a la capital del Segrià más de cien años después de ser entregado al maestro.

Esta exposición es uno de los eventos destacados del Año Granados. Las conmemoraciones se iniciaron en 2016, con motivo del centenario de la muerte del compositor, y durarán todo el 2017, cuando se cumplen 150 años de su nacimiento.

Goya y Granados

Durante años, Granados coincidió personal y profesionalmente con distintos artistas en Barcelona y en París: Francesc Miralles (1848-1901), Santiago Rusiñol (1861-1931), Ramon Casas (1866-1932), Joaquim Vancells (1866-1942), Josep M. Sert (1874-1945), Lluïsa Vidal (1876-1918), Ismael Smith (1886-1972). Por otro lado, aún actualmente se aplaude su lectura musical de los óleos y grabados de Francisco de Goya (1746-1828). Goya fue el último pintor de Granados. Lo descubrió en 1894, en el Museo del Prado, pero no fue hasta el verano de 1909 cuando el universo goyesco pasó a ser su tema predilecto. La muerte de Albéniz y la Semana Trágica de Barcelona le impactaron profundamente. Entonces el compositor se refugió en el pintor, en los cartones amables y los tapices luminosos, en la crítica clara y oscura de los grabados. Primero fue Goyescas, una obra magistral para piano; después una ópera en tres actos, su gesto final. Y desde entonces, Goya encontró las melodías de su paleta, el compañero perfecto para la historia de la cultura.

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