Antes, el creador recuerda: «Hemos vivido un fascinante viaje, lleno de sorpresas, de hallazgos, de intensas vivencias y nuevos lenguajes, a veces de pureza y otras, no menos intensas, de buscadas impurezas. Frente a este proceso complejo yo busco, como irrenunciable, esa obra única e irrepetible, ese acto creativo íntimo del artista frente a la tela, como no podía ser de otra manera, como miembro de una generación que quiso abrir nuevos cauces estéticos a la pintura sin dejar de pintar».

Para Canogar, sus nuevos cuadros «están en esa esfera de síntesis de mis abstracciones. Me interesa la recuperación de la pintura, hablar del espacio pictórico que plantea la infinitud, la naturaleza como proceso. Morfogénesis, la naturaleza como un todo sublime, una pintura que ni idealiza la naturaleza ni la reproduce como mero fragmento, sino que se concibe como proceso».

El pintor recuerda que si ha puesto «cierto énfasis en el concepto de recuperación ha sido sobre todo por marcar distancias con un arte que ha negado la pintura como herramienta de trabajo. Quizás sea un nuevo romántico que se revela, que busca la transcendencia a través de una naturaleza nueva, la esencia del espacio absoluto, el misterio de nuestro entorno y de nuestra existencia. Una pintura radical, como dejó escrito Van Gogh, que sea como tu escritura, que se convierta en una forma de expresión radicalmente personal, capaz de mostrar tu esencia. Octavio Paz dejó escrito que ‘la modernidad no es la novedad y que, para ser realmente moderno, hay que regresar al comienzo del comienzo’. Yo también tengo presente el espíritu que inspiró mi primera obra».