Bajo el título Todas las variaciones son válidas, incluida esta, la muestra ofrece una selección de obras que incluye performances e instalaciones, así como una serie de proyectos plásticos, tanto trabajos preparatorios como series acabadas, y documentación de las principales acciones (fotografías y vídeos).

La práctica artística de Ferrer se inscribe dentro de la corriente minimalista y conceptual, iniciada en la década de los sesenta del siglo XX, así como en los feminismos de la época y el arte desmaterializado. Ferrer comienza y desarrolla gran parte de su carrera en el seno del colectivo ZAJ, desde 1967 hasta su disolución en 1996. Influenciado por las tendencias neodadaístas que emergieron en la década de 1950, visibles en las actividades del movimiento Fluxus, el colectivo tiene como uno de sus referentes al compositor estadounidense John Cage, figura determinante en la trayectoria, tanto artística como vital, de Esther Ferrer, que le aporta nuevas actitudes en la creación al acentuar la importancia del proceso, el azar, los vacíos o los silencios, características presentes en toda la producción de la artista.

En el marco de la exposición, el Museo ha organizado, con el mecenazgo de Fundación Banco Santander, Esther Ferrer/Acciones, un conjunto de actividades e intervenciones dirigidas por la propia artista. La serie se inicia con Encuentro con Esther Ferrer, un acto en el que las comisarias de la exposición, Laurence Rassel y Mar Villaespesa, dialogarán con la artista sobre las claves de su obra.

El programa incluye también conciertos, Le fils des étoiles (concierto interpretado en la obra Piano Satie) y Concierto ZAJ para 60 voces, y diversas performances, El arte de la performance: teoría y práctica (1) y (2), TA, TE, TI, TO, TU y Les voy a contar mi vida. Esta última es una acción inclusiva y multicultural en la que, con motivo de la conmemoración del X Aniversario de la Lengua de Signos Española, participarán personas de diferentes lenguajes e idiomas.

Espacio/tiempo

Ferrer otorga a la repetición y al azar la capacidad de potenciar la obra, generando múltiples variaciones que dan paso a la alteridad y lo imprevisible. La muestra recoge estas cuestiones y reflexiona sobre otros aspectos clave de su práctica, como la visibilización del proceso creativo en el tiempo/espacio, y la movilización y transformación del cuerpo.

Para ello, el Palacio de Velázquez se presenta como un dispositivo performativo y expositivo en el que mostrar la idea común subyacente al corpus de obras creado a lo largo de la carrera de la artista: la fragilidad, el movimiento, el ritmo, la iteración, la serialidad, lo aleatorio o la magia de la estructura.

De manera simultánea se va mostrando cómo las categorías espacio/tiempo articulan tanto acciones como obras plásticas, piezas sonoras, vídeos, secuencias de fotografías paradigmáticas de un quehacer centrado en el cuerpo como crítica social, o instalaciones, como la creada específicamente para el suelo de la zona central del Palacio a partir de un nuevo dibujo de la serie Poema de los números primos.

Sobre esta serie, motivada por su interés en los conceptos de infinito y tiempo, Ferrer dice: “Mientras dibujo los números, los cuento en voz alta, y el tiempo que pasa tiene la misma importancia que en una performance”. No en vano una de las operaciones que ha regido la mecánica de su trabajo ha sido la declinación de una misma idea: el tiempo y el espacio, en diferentes soportes.

Medio fotográfico

En las salas laterales del Palacio se exponen, a un lado, El tiempo pasa (los días) –origen de toda su obra realizada con el medio fotográfico–, Autorretrato en el espacio y Autorretrato en el tiempo, el que quizá sea su proyecto fotográfico más conocido, donde la artista va ensamblando imágenes simétricas de su rostro que pertenecen a diferentes etapas de su vida, proyectos que constatan otras maneras de relacionar el tiempo, el espacio y la presencia

Y al otro, un grupo de obras de carácter objetual que subraya la inclinación de la artista por la música, el humor, el absurdo y la crítica a una sexualidad normativa y a la dominación patriarcal, como en El libro del sexo, Telas Zaj, o L´uccello di Leonardo, entre otras.

En muchas de sus acciones, y también de sus proyectos más objetuales, es fundamental el recurso de la repetición, o, como dice el título de la exposición, de la variación. En el caso de Esther Ferrer, su interés por explorar las potencialidades metodológicas, conceptuales, narrativo-discursivas e incluso políticas derivadas del uso de la repetición y variación no puede desligarse del ejercicio de indagación crítica que ha llevado a cabo en torno a cómo percibimos y cómo nos relacionamos con el tiempo y el espacio.

En gran parte de sus creaciones, el tiempo se hace tangible y el espectador llega a sentirlo como una experiencia corporal. Esto ocurre, por ejemplo, en varias acciones y obras sonoras que se activan en la muestra, como Espectáculo/Olucátcepse, Un espacio es para atravesarlo, Recorrer un cuadrado de todas las formas posibles, Al ritmo del tiempo (1) y (2) o TA, TE, TI, TO, TU.

También el feminismo es una referencia esencial para la artista tanto en su obra como en su trayectoria personal. El contenido feminista se hace especialmente explícito en el conjunto de performances que reúne bajo el título genérico de Acciones corporales, o en esa suerte de ejercicio de divertimento crítico que son los Juguetes educativos.

La literalidad

La provisionalidad y la fragilidad son otros dos elementos muy importantes en sus proyectos. A Ferrer siempre le ha interesado trabajar con la literalidad del material y los conceptos, “en mi obra lo que ves es lo que es… lo que puede haber detrás lo pone cada espectador”.

Un ejemplo sería ese conjunto de piezas, a caballo entre la obra escultórica y la maqueta arquitectónica que denomina Proyectos espaciales. En estos dibujos y maquetas de pequeñas dimensiones que empezó a realizar a principios de la década de los setenta, la artista emplea materiales frágiles y ligados a la vida cotidiana: hilos, clavos, papel, cartón… Algunas de estas maquetas se han llegado a desplegar en el espacio real, deviniendo en instalaciones o acciones. Es el caso de El hilo del tiempo o la ya mencionada Recorrer un cuadrado de todas las formas posibles, que concibió originalmente como un proyecto espacial pero que, tras diseñar la maqueta, decidió desarrollar como acción.

Si bien la exposición comprende creaciones desde finales de la década de 1960 –primeras acciones o collages– a la actualidad –acción inédita Diálogo ininterrumpido o la producción de la obra Piano Satie–, su recorrido no sigue una cronología progresiva sino que, en consonancia con el proceder de Esther Ferrer, invita a idas y vueltas entre constelaciones…, a caminar, contar, escuchar, cuestionar, experimentar o vivir las variaciones, las combinatorias, la continuidad, y a poner en movimiento y transformación el cuerpo mientras suena en las salas Al ritmo del tiempo.

El público

Durante el periodo expositivo, acorde con el espíritu Fluxus vital en la práctica de Esther Ferrer, se invita al público a hacer “uso” y “activar” algunas de las acciones: Huellas, sonidos, espacio; Siluetas; Al ritmo del tiempo (1) y (2); Canon para 4 sillas, 1 mesa y 1 ventilador; Un espacio es para atravesarlo; Performance para 7 sillas; Recorrer un cuadrado de todas las formas posibles; Diálogo ininterrumpido; Espectáculo/ Olucatcepse.

Todos los días, de 11.00 a 17.00 h, el público podrá versionar estas acciones, o dejarse guiar por los mediadores presentes en las salas, siguiendo las partituras, instrucciones de uso de las performances, en las que se indica que “todas las variaciones son válidas, incluida esta”.

Las partituras se exhiben junto a fotografías de acciones realizadas por la artista, desde los años ochenta hasta hoy, en diversos museos, centros de arte y festivales de performances de Europa, a modo de documentos, memorias a las que se otorga el estatus de “momento” y el valor potencial para otros posibles “presentes performativos”.