Además de mostrar un recorrido fiel por su trayectoria, esta exposición permite al visitante descubrir la figura de Beaton a través de multitud de anécdotas, vivencias y comentarios del propio artista y de los grandes mitos a los que fotografió. Una oportunidad única para contemplar el trabajo del artista que consiguió mostrar un mundo estilizado y exquisito, sin dejar de lado su naturaleza más pura y humana.

Los comienzos

Beaton tuvo una educación modesta pero pronto se dio cuenta de que ansiaba adentrarse en el torbellino de la alta sociedad. En 1927 conoció a Stephen Tennant, integrante de The Bright Young Things (Los jóvenes brillantes), un grupo de aristócratas bohemios que abanderaban la vida hedonista. Beaton recordaba el encuentro de la siguiente manera: «fue el principio de una nueva vida». Beaton se matriculó en Historia, Arte y Arquitectura. Su visión multidisciplinar abarcaría toda su obra.

Además de fotógrafo trabajó como escenógrafo, diseñador de vestuario, cronista de moda, corresponsal de guerra y escritor. Fue parte del Hollywood dorado, ganando tres Óscar: diseño de vestuario por Gigi, de Vincente Minnelli, y diseño de vestuario y decorados por My Fair Lady, de George Cukor. A ambas actrices protagonistas, Leslie Caron y Audrey Hepburn, las retrató. La última le dijo: «Desde que tengo memoria he deseado ser bella. Mientras miraba las fotografías anoche me di cuenta de que lo fui durante tiempo y fue gracias a ti».

Durante los locos años 20 tendió a cierto manierismo, sobrecargando los decorados y dotando de vaporosidad y toques surrealistas sus composiciones. A veces, la escenografía era más importante que el retratado. Gloria Swanson, Marlon Brando, Grace Kelly, Katherine Hepburn o Greta Garbo fueron algunas de las estrellas de Hollywood que entraron en su estudio. La actriz sueca fue una de sus grandes obsesiones. «Uno de los acontecimientos más importantes de mi vida», espetó tras la sesión con Garbo en el Hotel Plaza de Nueva York en 1946.

La guerra

La utilización de la luz, los espejos y las estructuras metálicas fue muy habitual en su estilo, hasta que la Segunda Guerra Mundial afectó al mundo y al carácter de su obra, desde entonces más austera y menos barroca.

En esa época trabajó para el Ministerio de Información. Muestra de ello es su instantánea de Churchill y, sobre todo, la célebre portada de la revista Life, protagonizada por la víctima de tres años Eileen Dunne, que Estados Unidos usó como reclamo para la captación de fondos.

No importaba quien fuese el retratado. Cecil Beaton cambiaba de estilo en función del personaje: magnificencia, sobriedad, elegancia… Utilizaba elementos que conectasen con el mundo profesional del fotografiado, incluso se sumergió en la fotografía psicológica. Entre 1928 y 1954 trabajó para Vogue. Y es que la belleza era crucial en su concepción artística: «es la palabra más importante del diccionario. Es sinónimo de perfección, esfuerzo, verdad, bondad». En 1937 comenzó su estrecha relación con la familia real británica, cuando fotografió a los duques de Windsor. En 1953 tomó las fotografías oficiales de la coronación de la reina Isabel II.

El listado de artistas y famosos que pasaron por su lente es extensísimo, entre otros muchos: Picasso, Dalí, Lucian Freud, David Hockney, Andy Warhol, Dora Maar, Francis Bacon, Giacometti, Chagall, Maria Callas, Stravinsky, Aldous Huxley, Malraux, Sartre, Eliot, Nuréyev, Dior, Chanel, Diana Vreeland o la reina Sofía.

Esta exposición se incluye en la programación de PHotoESPAÑA 2018.

Beaton según Capote

Otro de los grandes cronistas de su época, Truman Capote, dijo sobre Beaton: «Su inteligencia visual es la de un genio… Escuchar como describe Beaton, en términos estrictamente visuales, a una persona, un lugar o un paisaje, es asistir a una representación divertida, brutal o bellísima, pero siempre y sin ningún género de dudas, brillante (…)».