La muestra incluye obra nueva perteneciente a su última serie, Anábasis blanca, y cuya fuente de inspiración, en parte, es el mundo que rodea la elaboración del vino. También se puede ver su libro de artista Cántico Espiritual y algunas de las piezas creadas durante el encierro que realizó en el monasterio de los Carmelitas Descalzos de Toledo siguiendo los pasos de San Juan de la Cruz.

Una de las constantes en los últimos trabajos de Tamargo es la utilización en sus composiciones de pequeños objetos o piezas de hierro, así como pequeñas cantidades de tierra o arena que recoge en sus viajes y que integra en sus obras no como simples elementos decorativos, sino como parte sustancial de la propia creación.

Son, por tanto, objetos relacionados con su trayectoria vital o sus orígenes, como las maderas y hierros que han formado parte de la casa de sus antepasados en Asturias, o unos girasoles que él mismo plantó y que, al secarse, intervino e incluyó en sus cuadros, en una metáfora que habla de la germinación de la vida y del ciclo infinito de muerte y renacimiento, como lo es también el propio objeto inánime condenado al olvido que el artista rescata del abandono y al que insufla nueva vida.

En Tierra Adentro también se pueden ver piezas realizadas mientras vivía en Kenia que son también un reflejo de su yo más profundo y de su incesante búsqueda de nuevos lenguajes y elementos expresivos. En esta búsqueda, los viñedos que rodean Pago de Capellanes, y la forma en la que se integra la bodega en el entorno natural, han servido de inspiración para tres obras de Anábasis blanca. En ellas, Tamargo emplea materias muertas recogidas en los viñedos, tales como arena y ramas, que sirven para la composición de sus obras.