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Bill Viola, retrospectiva de un pionero

Esta muestra forma parte de nuestro especial 15 exposiciones extraordinarias junto al mar. ¿Quieres ver el resto de recomendaciones? [1]

Bill Viola (Nueva York, 1951) comenzó a experimentar con el videoarte a principios de la década de 1970 a raíz de su participación en el programa de Estudios Experimentales de la Universidad de Siracusa (Nueva York), dirigido por su profesor, Jack Nelson. Allí conoció a David Ross (comisario de videoarte) y trabajó como asistente de figuras tan icónicas del Media Art como los artistas Peter Campus y Nam June Paik en el Everson Museum of Art.

Interesado en el misticismo, la poesía y las filosofías, tanto de Oriente como de Occidente, Viola empleó las posibilidades técnicas del vídeo como herramienta en su constante indagación acerca de la condición humana, el nacimiento y la muerte, o los procesos de cambio, renacimiento y transfiguración, temas destacados en su obra.

La exposición Bill Viola: retrospectiva se remonta a sus primeras experiencias con el vídeo e incluye tempranas cintas monocanal como Cuatro canciones (Four Songs, 1976) y El estanque reflejante (The Reflecting Pool, 1977-79), en las que su contenido poético aborda ya cuestiones tan importantes como la noción del tiempo y su deconstrucción, el significado de nuestra existencia y lugar en el mundo.

Espiritualidad

En las obras de la década de 1980, cuando Kira Perov (su esposa y colaboradora desde entonces) comienza a trabajar con él, se centra en reunir imágenes que se emplearán en piezas para ser transmitidas por televisión. Emplea la cámara y objetivos especiales para capturar el paisaje y grabar imágenes de lo que normalmente se encuentra más allá de nuestra percepción.

Esta etapa también servirá de transición hacia las instalaciones de la década de 1990, que ocuparán salas enteras y sumergirán al observador en la imagen y el sonido. También comienza a añadir elementos físicos a sus trabajos. El interés constante de Viola por los temas espirituales se evidencia en objetos escultóricos como Cielo y Tierra (Heaven and Earth, 1992) y en grandes instalaciones, como Una historia que gira lentamente (Slowly Turning Narrative, 1992).

Con la llegada del nuevo milenio y las pantallas planas de gran definición comienza a producir piezas de pequeño y mediano formato en una serie que tituló Las Pasiones, un estudio en torno a las emociones a cámara lenta, como Rendición (Surrender), o que muestran el paso del tiempo y de las generaciones, como La habitación de Catalina (Catherine’s Room) y Cuatro manos (Four Hands), todas de 2001. A estas obras íntimas le seguirán instalaciones monumentales como Avanzando cada día (Going Forth By Day, 2002), en la que cinco grandes proyecciones murales que comparten un espacio común invitarán a los espectadores a indagar en sus vidas y en la existencia humana.

Durante la última década y empleando diversos medios y formatos, Viola ha seguido mostrando lo fundamental de la experiencia de la vida, algo que ilustra de manera elocuente su empleo del agua en obras como Los inocentes (The Innocents, 2007), Tres mujeres (Three Women, 2008) y Los soñadores (The Dreamers, 2013), y su recorrido por el ciclo de la vida que se iniciará en la exposición con Cielo y Tierra (Heaven and Earth, 1992) y concluirá con un renacimiento en la obra Nacimiento invertido (Inverted Birth, 2014).