La ampliación ha sido diseñada por el arquitecto navarro Francisco José Mangado Beloki, vencedor del concurso de proyectos convocado en 2006, y ha sido ejecutado por la empresa pública SEDES. El total de superficie construida alcanza los 5.024,06 metros cuadrados, mientras que la superficie expositiva incorporada llega a los 1.484,2 metros cuadrados.

Hasta el 12 de abril, el Museo abre sus puertas de forma integral. A partir del 14 de este mismo mes se iniciará un cierre parcial del Palacio de Velarde que permitirá proceder al reordenamiento de las obras que se exponen en él y en la Casa de los Oviedo-Portal.

La colección

En la ampliación se ha ubicado una selección de las colecciones de arte contemporáneo de los siglos XX y XXI, que incluyen 208 obras. La distribución sigue un discurso cronológico que comienza en la planta baja y se desarrolla en sentido ascendente hasta concluir en la segunda. Además existe un espacio independiente en la planta -1 dedicado a José María Navascués.

Planta -1

Espacio Navascués. José María Navascués (Madrid, 1934-Oviedo, 1979) es uno de los escultores más personales y creativos del arte español de la segunda mitad del siglo XX. El lugar habilitado para su obra se ha concebido como un espacio apartado del discurso cronológico, teniendo en cuenta la excepcionalidad de sus creaciones.

Sala de Exposiciones Temporales.

Planta Baja. Vestíbulo de entrada. Acoge el mostrador de recepción y recibe al visitante con la obra Alegoría de Asturias (Andrés Vidau, 1946).

Restos arqueológicos. Retazo de lecho rocoso natural sobre el que fueron labrados algunos de los vestigios arquitectónicos más antiguos de la ciudad de Oviedo, consistentes en una fuente de época romana y los hoyos de poste pertenecientes a las viviendas de madera que se levantaron en la temprana Edad Media. Los análisis radiocarbónicos de la fuente fechan la construcción en una horquilla cronológica comprendida entre los años 240-420 d. C. La estructura no se corresponde con los conocidos modelos públicos de época romana destinados al suministro de agua. Por el contrario, lo poco que se conserva del conjunto sugiere una finalidad orientada al culto.

Pintura y escultura española a comienzos del siglo XX. La exposición de la colección permanente se articula en esta planta en torno a una destacada selección de los fondos de la pintura y escultura españolas de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Se abre con diversas obras de Joaquín Sorolla, continúa con un viaje hacia la España Negra de Regoyos, Zuloaga o Romero de Torres y culmina con la renovación modernista y postimpresionista de los Casas, Mir o Anglada-Camarasa.

Planta 1. Postimpresionismo, arte nuevo y de vanguardia. La primera planta se abre con la generación postimpresionista, que renovó la pintura asturiana a comienzos del siglo XX, superando la tradición del realismo e incorporando nombres como Evaristo Valle, Nicanor Piñole, Paulino Vicente o Joaquín Vaquero Palacios. Junto a ellos cobran especial importancia las figuras de los pintores Aurelio Suárez, al que se dedica una sala monográfica, y Luis Fernández. La primera planta se remata con un repaso a los fondos del Museo que reflejan lo mejor del denominado arte nuevo y de vanguardia español, con firmas como Picasso, Miró, Dali, María Blanchard, José Caballero o Solana.

Planta 2. Renovación y últimas manifestaciones del arte. Después de la Guerra Civil, y tras el paréntesis que significó la década de 1940, una nueva generación de artistas asturianos trató de conectar la pintura y la escultura de la región con las corrientes renovadoras que empezaban a consolidarse en el resto de España. Surgen entonces nombres como los de Joaquín Rubio Camín, Alejandro Mieres o Paulino Vicente el Mozo, a los que se incorpora la figura de Orlando Pelayo. El panorama se completa con una destacada selección de obras de creadores claves en la configuración del arte español de la segunda mitad del siglo XX.

Asimismo, en las salas 24 y 25, dedicadas al arte asturiano, se suceden cuatro generaciones de artistas. El recorrido comienza con aquellos que comenzaron su carrera artística al término de la Guerra Civil y traza un camino en el que, paulatinamente, van apareciendo los nombres de Jaime Herrero, Eduardo Úrculo, Bernardo Sanjurjo, Pelayo Ortega, Ricardo Mojardín, Melquiades Álvarez, Francisco Fresno, Ángel Guache, María Jesús Rodríguez o Manuel Cimadevilla.

Integración urbanística y arquitectónica

La ampliación comprende el espacio que hasta ahora ocupaban cinco edificios correspondientes a los números 10, 12, 14 y 16 de la calle de la Rúa. La entrada al nuevo edificio, que convivirá con el acceso tradicional por el Palacio de Velarde, se ubica en la plaza de Alfonso II el Casto, frente a la Casa de la Rúa, el edificio civil más antiguo de Oviedo, en lo que es una integración urbanística y arquitectónica de un edificio claramente adscrito a la vanguardia dentro del casco histórico de la capital. El propio arquitecto destacó desde el primer momento la importancia que tenía crear un nuevo edificio en el interior de un conjunto urbano aceptando la secuencia de fachadas preexistente. Mangado, de hecho, opina que la presentación al exterior constituye uno de los elementos singulares de la nueva construcción.

El arquitecto también ha querido revalorizar e incorporar los vacíos al edificio, especialmente a través del gran lucernario que articula y estructura los accesos y elementos de comunicación, convirtiéndose en un espacio referencial para todo el conjunto de la ampliación. Todo ello hace que la luz natural, buscada y “exquisitamente sutil”, según Mangado, juegue un papel importante en la misma composición arquitectónica del edificio. Los lucernarios de cubierta, en la segunda planta, fueron concebidos como un homenaje a los cimborrios y capillas de la catedral.