La muestra surge a raíz de una experiencia del codirector de la Galería, Adolfo Cayón, en su época de estudiante. En 1993, Chillida impartió una conferencia en el Reina Sofía en la que estaba presente Cayón y que resultó ser para él toda una revelación. En ella, el artista conversó con Jacques Dupin sobre su común amigo Miró y habló de la importancia que tenía tanto para él como para Miró la línea curva.

Chillida, cuando trabajaba en el homenaje a Miró tras su muerte en 1983, reparó en algo fundamental: mientras que en la obra del catalán lo que predomina de la forma curva es lo convexo, es decir, la parte exterior, en la suya lo predominante es lo cóncavo, esto es, el espacio interior, el espacio que queda. Es exactamente esta convicción en torno a la investigación espacial sobre la cual reposa el hilo conductor de una exposición que pretende “hacer presente eso que, a veces, pasa tan desapercibido como es la naturaleza del espacio”.

Interrogantes

Ésta es la tercera monográfica que la galería le dedica al donostiarra. En 2010 presentó Alabastros, una selección de las obras realizadas con este material a partir de los años sesenta y con las que experimentó sobre la inclusión de la luz en el interior de las esculturas. Dos años después, La tinta pesa se centró en la producción sobre papel, en la que destacaban especialmente sus gravitaciones, superposiciones de papeles recortados y unidos entre sí por hilos que ayudan a dar sensación de suspensión, fluidez y tridimensionalidad.

En esta tercera exposición, las tipologías creativas de Chillida presentadas anteriormente en Cayón vuelven a reunirse, en esta ocasión junto a otras piezas en hierro o bronce, para ofrecer al público un muy representativo recorrido por su producción. A ello ha contribuido especialmente el Legado Chillida, así como coleccionistas privados entre los que puede destacarse la propia familia Chillida Belzunce, tanto desde su colección como con la del Chillida Leku.

Así, unas cuarenta piezas, enmarcadas en una horquilla cronológica que va desde finales de los años cuarenta hasta el fin de siglo, aproximadamente, establecen un itinerario por los diferentes interrogantes planteados por el escultor, a los que siempre intentó dar respuesta a través del empleo de distintos materiales, con el denominador común en esta ocasión del predominio de la curva y el hueco, la ausencia de materia que esta genera y que Chillida incorpora como un componente más de sus esculturas. Sobresale, además, el contraste entre la abstracción de la mayoría de obras y los trazos figurativos de algunas en las que se reconoce la palma de una mano o un torso femenino.

El ritmo de la exposición

La museografía empleada participa de igual modo de la curva, articulando el ritmo de la exposición con estructuras en el suelo que crean formas circulares. La gran variedad de piezas, desde esculturas de bulto redondo y relieves tridimensionales a dibujos, da lugar a diferentes mecanismos expositivos entre los que llama especialmente la atención la obra colgante en el centro de la sala.

En definitiva, una muestra que consolida las principales líneas de trabajo defendidas por Cayón. Por una parte, el enfoque en torno al espacio interno de la curva en Chillida se relaciona con la idea de “espacio como problema y solución para los artistas”, tanto a nivel expositivo como artístico. Además, Chillida es uno de los artistas con cuyo legado colabora estrechamente desde hace tiempo, al igual que ocurre desde 2008 con otros como Palazuelo, Cruz-Díez o Soto. Qué mejor artista y qué mejor planteamiento para inaugurar la tercera sala que la galería ha abierto en Madrid desde su fundación en 2005.