Se trata de su segunda exposición individual en la galería, concentrándose en esta ocasión en una extensa producción fotográfica –una recopilación de más de cincuenta imágenes– en la que reúne parte de la serie Monuments que inició en 2006.

En este conjunto, el francés desarrolla los principios creativos que mezclan dos tendencias bien definidas en su trayectoria. Por una parte se halla presente la tradición fotográfica del siglo XX, en la que se enraízan las bases conceptuales de numerosos autores actuales. En su caso puede rastrearse la influencia de la Escuela de Düsseldorf y los Becher, no solo por la repetición secuencial de un mismo elemento, sino también en la ausencia de la figura humana o la referencia a la estética del Minimalismo a través de la geometrización de sus formas. Incluso puede deducirse el recuerdo de un gran fotógrafo dedicado igualmente a la representación del entorno urbano a través de sus personales encuadres, Aleksandr Ródchenko, quien dedicó precisamente algunas de sus piezas más conocidas a las escaleras.

No obstante, lo atractivo de la adopción de estas corrientes en Descamps es su unión a los signos contemporáneos que le rodean, conectando así con el movimiento Pop. Esto se traduce en su obra de dos maneras. La primera sería en el propio objeto de su interés: escaleras y rampas en las que la cultura skater, a la que el artista es afín, cobra vida con la representación de estos elementos recogidos en diversas ciudades como Berlín, Nueva York o Madrid. La segunda, en cambio, relacionada con la propia producción de las fotografías, consiste en la captura mediante la técnica offset y la impresión realizada por él mismo sobre papel de revista, introduciendo así un procedimiento y un soporte específicos para reforzar la banalidad del arte y de la propia vida contemporánea propugnada por el Pop Art.

Abstracción muy particular

Partiendo de estos supuestos, el artista crea imágenes en las que destacan una abstracción muy particular, obtenida a través de encuadres fotográficos muy estudiados destinados a aislar las escaleras de los niveles interconectados a través de ellas. Si somos capaces de distanciarnos de la interpretación figurativa con la que instintivamente relacionamos aquello que se nos presenta, los escalones dejan de existir como tales y llegan a convertirse en líneas horizontales, verticales y oblicuas, emergiendo tan solo formas que en conjunto crean una composición propia.

A ello ayuda igualmente la importancia que Descamps confiere a los contrastes cromáticos, así como a la confrontación de diferentes materias y sus texturas, un aspecto que una vez más nos habla de la formalidad de su obra por encima de la simple representación figurativa del paisaje urbano.

El resultado es un estudio comparativo en torno al análisis formal de un elemento concreto que da lugar a una serialidad en la que la secuencia y sus variaciones individuales permiten alcanzar un concepto general más amplio. Es decir, parte de escaleras concretas para reflexionar sobre esos no-lugares, esos espacios difíciles de clasificar que pueden adoptar tantos significados y funciones como los sujetos de su entorno deseen. En definitiva, una invitación a descubrir otro modo de mirar la ciudad en la que vivimos.